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Mostrando entradas de 2021

La última copa. (relato Juevero de Inma)

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Cuando quedamos solos, me invitó a una última copa y nos sentamos guardando las distancias.  Esa noche, tenía el convencimiento que debía marcharme, que aquello era una encerrona y que no podía terminar bien, pero no pude hacerlo. Aunque estaba decidido a dejarla el calor de hogar pudo más que el resentimiento.  Estábamos conversando, cuando apoyó su cabeza en el respaldo del sofá y solo sé que sus labios se entreabrían jugueteando con la lengua, chasqueando el aire, incitando a los míos a seguirla el juego de cerca. Mi boca se enterró en sus labios, empezamos a acariciarnos, a sentirnos , y ya no pudimos parar. Aquel beso se convirtió en pasión, en una extraña conexión que encendió la hoguera. Me subí encima, para poder mirarle a los ojos mientras le besaba.  Sus delicadas manos agarrando mis nalgas, dibujando mi cuerpo, al tiempo que con un movimiento acompasado marcaban el ritmo que ella deseaba que siguieran mis caderas. Noté sus manos escarbando entre los botones de mi camisa y d

El fruto de la gratitud. (reto juevero de Dorotea).

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"Si vas a hacer algo relacionado con el sexo, debería ser cuanto menos, genuinamente perverso."         (   Grant Morrison) Cuando tus dedos se empapen del almíbar... cuando su cuerpo se vuelva suave... cuando de sus piernas escurra la humedad, te revelará su secreto. El zumo será lo que esconde su deseo, déjate llenar de él, que de ahí brota como cause de río, como lluvias doradas..... Para extraer zumo de ese fruto simplemente con una ligera presión de las manos, debemos cortar la fruta en vertical y disfrutarla con la boca encondiéndola entre los labios.  Primero cortando la parte más abombada de los labios que le rodean (piel y albedo), y entonces y sólo entonces, ya podemos cortar en el mismo sentido vertical dos o tres veces, extrayéndolo con nuestros labios y dar dos besos en cada mitad. En el centro de la fruta esta el secreto, el éxtasis escondido. Luego le das las gracias y ella devolverá el gesto con sensualidad, devorará con la misma gula que tu le ofreciste.  Una

El encuentro. (relato de jueves, Demiurgo)

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Coral, embriagada por la copa de licor entre las manos escuchaba mis relatos con exquisita sensualidad, mientras sus dedos resbalaban entre mis muslos. Su coquetería borracha, seducía. Me dejé llevar por la música de un jazz que que envolvía la situación, proveniente de algún rincón del hotel . Sus dedos con encanto febril, danzaban sobre mi sexo. Los abría en forma de tijera y los deslizaba por mi bragueta, desabrochando cada botón. Por unos momentos, la embriaguez del perfume que inundaba el cuarto y mis delicados relatos, le hicieron volar, trasladándola, a un rincón, tan lejano como su recuerdo. Su mano tibia se posó sobre mi sexo, hasta soltar el último botón. Lo tomó con suavidad, la tibieza de su boca lo envolvió todo. Caía pesadamente sobre el respaldo del sofá, perdiéndome en un laberinto de deseos. Mis ojos divagaban extasiados por la habitación, grabando cada rincón, cada momento, mientras ella mantenía un ritmo cadencioso sobre mi piel. Al caer mi vista sobre el piso de no

Deseo rural.

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Al pasar por el camino, donde el polvo se levantaba sin compasión, vi a una mujer de sabrosas caderas colgando ropa en el tendedero, mientras la tierra levantada, la cubría de desaliento. Me detuve a pedir disculpas, con la intensión de verla de cerca. Su cuerpo ceñido por la humedad y la transpiración de la tarde, la hacía ver muy sensual. Las telas de sus vestidos eran delgadas y gastadas, donde su cuerpo se dibujaba con fuerza , en detalle, sólo una mínima prenda , escondía su sexo, al mirada de quienes la podían disfrutar. Me invito a pasar para que tomara algo refrescante, mis labios acusaban la sequedad del largo viaje entre caminos rurales. La miraba con un deseo que solo iba en aumento, la luz y calor del desierto se sentían en la ventana, pero la sequedad del aire refrescaba en la sombría casa protegida por los escasos árboles que le rodeaban. La casa se encontraba a orilla de camino y parecía olvidada por el tiempo, era más bien pequeña y los adobes la protegían del intenso c

Avecilla pasajera. (Relato Juevero. " Ojos que no ven" 12/08/2021).

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Vuela libando la flor, detenido en el tiempo y el espacio, danzando con sus alas en el viento. Las seduce rozando apenas su infinito, invocando el deseo, robando besos, preparando a sus musas para el acto sexual. La flor se abre recibiendo a su amante, gime lasciva, silente, ansiosa . Abre sus pétalos, pincela su vulva expectante. Él la espera, la  dilación lo motiva, la prorroga, lo excita. Ellos se alimentan del néctar, y su capacidad de sostenerse en un punto fijo, unido a un pico y lengua, que funcionan con una magnífica precisión  , les garantizan acceder a ese néctar sin necesidad de tocar o apoyarse en ellas, no importa lo delicada o inaccesible que sea para otros. Nunca sabré si ese trance tiene, un aura orgiástica. Pero lo cierto, es que él  fertiliza con precisión quirúrgica. Para ello, primero ingresa raudamente, en busca de la cámara de néctar, que está casi en el fondo, provocando jadeos, gemidos, alucinaciones que transportan a su victima al Valhalla del amor, al centro

Piel desnuda. ( A garcía Lorca)

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" Mirando sus ojos me parece que bebo su sangre lentamente..."                Adela, acto II, segunda parte. La casa de Bernarda Alba. La caricia del viento cosquillea sobre su piel, naciendo del vientre una caricia que se mueve como el junco, que apenas roza el agua en un día de primaveral. La piel se eriza al roce de una caricia. Los pezones se despegan de la curvatura de los senos, el vientre se adelgaza, los vellos se levantan y una ligera gota de sudor corre libre por tu cuerpo. El corazón late como el trueno en noche de tormenta, los labios gimen, los ojos se cierran dejándose llevar, por la ola de calor que del fondo de tu vientre nace. Quieres que el tiempo se detenga, que los dedos suaves te acaricien. Sientes morir el amor y despertar el deseo, gimes. Enloquece el vientre, jadeos rítmicos, tu mente se oscurece, sientes que una parte de tu piel se entrega, abriéndose al goce de un capricho. Húmeda, deslizándose dentro de ti, la serpiente despierta los gemidos, tu vi

Tempestad.

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"Dormía... mis manos se deslizaron por sus nalgas, le subí la camisa resbalando por su cintura, acaricie sus senos bajo las suaves telas de seda, mientras, su cuerpo entumecido se estremecía. Se fue acomodando a mis caricias, le excitaba. Con mis dedos fui dibujando la linea que las separaba y rodeando sus pezones, suavemente esculpía sus formas, hasta volver a la lineas de vellos que bajaban por su vientre terminando en su sexo. Los hundí hasta que desaparecieron en la humedad. Sólo sentí escapar un ligero gemido que ronroneaba entre sus labios, su vientre se elevaba levantando su cintura como una ola suave, separé sus piernas para entrar suavemente en ella empapándome de sus húmedas paredes. Gimió delirante entre sabanas negras, mientras sus labios se secaban. Sus gemidos se volvieron gritos, agonía y fue cediendo a los espacios que mi sexo exigía... Luego la muerte súbita la cubría, y sus ojos se cerraron, para presentarse brillantes a los míos, el sol de la mañana los ilumin

Escribir y describir el tiempo ... (relato Juevero)

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¿Como escribir sin describir el tiempo?. Y así nace esta historia, la historia del tiempo. "La piedra labrada por manos de un artesano, puede liberar un alma dormida, esa que a sido suavizada en su  aspereza y en el tiempo. Onix, suave y con la forma perfecta, esa que sería su amante, su deseo, su concilio. Contempla su superficie redondeada a la perfección, un huevo maravilloso que puede recorrer sus entrañas, hasta hacerla renacer entre sus piernas. El largo perfecto.  El sol comienza a alzarse, sobre las cimas, pero no le importa. Tiene tiempo. Tiempo concedido por desafiar al deseo, a los dioses, a los hombres.Tiempo. Ellos no saben, que es lo único que necesita. Recorre con sus dedos cada poro, cada hendidura, cada grieta de su cuerpo despertando el cálido aliento entre sus piernas. Siempre parece igual, pero siempre es distinta. El tiempo, el camino, sus manos han hecho mella en su cuerpo. Descubre nuevas estrías, nuevas muescas. Sonríe de nuevo. Apoya su mejilla, sus senos

El Código.

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Ponce, mi amigo y su mujer María Paz, son una pareja que conocí en vacaciones, invitado por mi amigo a acompañarlos en una playa al norte de Chile. Él, está casi todo el día concentrado en sus acuarelas por ahí y solo aparece de vez en cuando. María Paz, una escultora de aspecto hippie muy extrovertida, sin mucho tiempo que ocupar y mucho dinero que gastar. Sus familias son del sur, de recursos, empresarios de mucha tradición, acomodados y unas vacaciones con ellos sabía que me harían bien, porque no ponen mucho interés en encontrar ningún tipo de trabajo, pese a lo que dicen. Más bien creo que son gente de dinero jugando a ser bohemios una temporada. Lo puedo ver por cómo se comportan, la ropa que llevan, en su actitud de niños consentidos, bien, despreocupados y con estilo descuidado… Cada día comenzaba dando larguísimos paseos por la playa y desayunando con mucha calma. La mayor parte del tiempo lo pasaba con María Paz, ibamos al taller de teñido de telas, a su cabaña a ver las esc

El secuestro

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La luz se encendió, pero sus ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse, mientras mis manos subían sus faldas y se deslizaban entre sus piernas, mis dedos se deslizaban dentro de ella. Cuando por fin pudo distinguir algo. Desnudo, atado en una silla, inmóvil, estaba su novio. Tenía la boca amordazada y sus ojos estaban cristalizados de rabia , odio y deseo. La situación le excitaba, y quizás por eso, empezó a sentir el primero de una larga lista de orgasmos mientras miraba a los ojos de su novio atado. Deslice sus bragas por sus piernas hasta dejarlas caer, mientras mis manos rozaban delicadamente su sexo, sin gran esfuerzo fue abriendo las piernas para entregarse a las sensaciones que le causaban mis dedos, jugueteaba con la humedad que emergía desde su interior, su cuerpo vibraba, se estremecía. Cogí su mano, la llevé a mi sexo, mientras bajaba la cremallera de mi pantalón, la erección la estremeció, mientras posaba su mano en él. Acarició cada centímetro de la desconocida piel,

Ansioso ...

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De la nuca a tus senos, hay una distancia de veinte besos; de tus pezones a tu boca una huella de saliva espesa . Suspiras, cuando sigilosa, mi mano se desliza de tu cintura al pubis, apenas rozando un monte espeso, hasta perderse en la humedad de tus piernas. Me empapas el alma con tus cándidos gemidos, y pronto me tienes endulzándome la lengua y el paladar con tu almíbar vaginal. Imitando el aleteo de una mariposa, libando licores primaverales. Me invitas a entrar entre tus piernas. Nuestros cuerpos vestidos de sudor, se anhelan. Morderte y besar el cuello, los hombros, la espalda ; y entre las nalgas, perderme en besos y sabores. Luego apretarme a tus caderas y voltearte para deleitarme con el vello negro color de tu pubis y su interior rubí; Me hacen tirarte hacia la cama, abrirte las piernas, lamerte la vulva y succionar el clítoris. Arde mi sexo hasta fundirme dentro de ti. Me amenazas. Te liberas. Somos más que complicidad; carne y sangre. En cada vaivén de tu pelvis, al estar s

Sonia.

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  A esa edad recuerdo que me masturbaba poniendo una almohada bajo la sabana, me tiraba boca abajo apoyando mi pene contra ella y me movía. No recuerdo si sabía bien sobre agarrar y sacudir, oía a algunos mas grandes en la escuela hablar, pero prefería mi manera.  Mi vecina Sonia, una señora de unos 50 años de edad, con unos pocos kilos demás, siempre que yo salía de mi casa en el cerro con mi mama decía:  - Ay! que grande que esta el chico!- En unos meses mi tía enfermo y mi madre tuvo que ir a cuidarla al hospital y me dejo al cuidado de Sonia.  Ella me hacia la comida, y me dejaba ver la tv hasta que mama volviera. Yo notaba que ella se vestía diferente a mi madre, usaba unas blusas sueltas que dejaban al descubierto sus hombros y el sostén, o blusas un poco ajustadas que marcaban sus senos sin corpiño. Yo la miraba cuando ella no me veía, y enseguida bajaba la vista. Todo era nuevo para mi. Sus conversaciones eran comunes, hasta que me empezó a preguntar por las niñas de mi escuela

El Abismo de Simona.

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Simona levanta su derriére y expone sus nalgas al lento transito de mi excitación; gime, danza en mi cabeza, murmura palabras sucias mientras mi boca muerde delicadamente su oreja. La entrada suave de mi sexo entre sus piernas, crea un abismo del que no se puede regresar. Mis dedos no dejan de resbalar entre sus piernas, gime y sacude su cabeza, mientras sus rodillas buscan la altura que precisa para dejarme entrar. Todo brota desde su alma, los jugos bañan mi piel , la que busca darle espacio a un rose suave que la haga jadear. Mis dedos abren las puertas de su delicado sexo, quién se entrega a mis más oscuros deseos. Embisto, para dejarlo entrar, hasta levantar sus caderas y clavarme, hasta alcanzar su corazón. Balbucea mientras resbalo dentro; animal, brusco y sin sentido, ahogado por la humedad que escapa entre sus piernas... el tiempo parece detenerse sin encontrar el sentido u objetivo que quiere alcanzar, estaba ahí abierta sólo para dejarme entrar. Los movimientos no tiene guía

Septiembre Rojo

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Aun recuerdo cuando tus dedos impacientes, jugaban con los botones de mi pecho mientras enredabas mis vellos , provocando un estallido de lujuria en ese lugar calido y ardiente dónde anido mi deseo. Y cuando las palomas de tus manos inquietas descendían al jardín, buscando tu boca beber la miel de ese empalado tiempo donde se perdían tus labios y tu lengua. Siempre inquieta hasta ahogar la fuerza del deseo, haciendo naufragar mis pensamientos en oleadas de placer y gemidos de pasión, muriendo poco a poco, piel a piel, en el eterno abrazo del deseo. Apoyado en la ventana, mientras me engullías con habido resabio, mientras besabas el sexo erguido que a la deriva se hundía en su promesa... sólo deseaba que siguieras hasta romper la dura repres que me contenía, temblando entre tus dedos, deseando morir sin remedio, soltando el magma que hervía dentro con ganas de llenar tu garganta, de desaparecer entre tus labios sedientos de romper promesas. Mis besos te habían provocado como un juego de

Dos sabores, tres aromas.

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  Divagando siempre entre las piernas de cualquiera, entregado a los panales más dulces. Ahi, entregado a todo, sucubiendo entre temblores, mientras me devoraban como avispas en celo.  Una tarde más. Labios hambrientos queriendo devolver, todos los placeres que ratos les entregaba, mientras las sábanas enredaban nuestros cuerpos. Sudor y humedad empapando todo. El roce de sus labios entregando placeres infernales hasta caer rendido. Sin más calor que el que entraba por la ventana, tibio roce que me lo envolvía todo sin esperar nada a cambio. Copas de vino tiradas sobre la alfombra entregando aún el aroma profundo que nos había embriagado, el sabor intenso que se había pedido entre sus labios. Recorridos tiernos y cálidos sobre la piel endurecida por el habido calor de sus labios. Una boca que se daba tiempo de saborear el cálido sabor que había dejado el vino derramado sobre mi cuerpo. vaivenes sedados por su lengua. Y la saliva que corría por la comisura de sus labios.  Entregado a su