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Mostrando entradas de febrero, 2022

Fruta

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Ella se acercó a mí mordiendo sus labios, temblando de impaciencia y esperando el próximo movimiento, la esperé, y cuando estuvo cerca, desde la cama, estiré mis manos que fueron a desaparecer debajo de la toalla que cubría su cuerpo. Sus piernas se apretaron, atrapando mis manos entre los muslos, su boca gimió tratando de contener el aire que quería escapar tras los gemidos de deseo.  Se alejó tratando de alargar el momento, tratando de ocultar el temblor que habían producido mis dedos. Me senté sobre la cama, y tiré de la toalla dejándola desnuda frente a mí, ella se congeló en el tiempo y el espacio… yo no dejaba de mirarla de arriba abajo sin esconder ningún pudor. Me encantaba, y deseaba tocarla con locura, pero me contuve, sabía que a ella le gustaba exhibirse, le excitaba hasta perder la compostura.  Recorrí su cintura, sus nalgas dibujándolas con mis dedos, y acerqué mis labios a su vientre para recoger con mi boca las gotas que corrían por él, temblaba como una niña indefensa,

La bañera.

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De pronto la ducha se detuvo paralizando el corazón, el momento estaba más cerca que nunca. La impaciencia tenía mi sexo endurecido entre los dedos, mis testículos, gordos de deseo, llenos del más tibio de los manjares. Guardé silencio en la espera, no dejaba de mirar la roída y oxidada manilla que abriría la escena como si de una obra se tratase. Sentí como la vieja llave giraba dentro de la cerradura, esperé, sentía como el corazón luchaba por mantenerse dentro de mí. Me acerqué a la puerta y miré a través de la cerradura. Podía ver sus nalgas temblando por el suave masaje de sus dedos, el fin de su espalda exquisita y desnuda. Me detuve a pensar mientras la espiaba si ella lo sabía o no, claramente sus nalgas le acusaban, estaban permanentemente ante mis ojos temblando, sentí que todo quedaba en silencio mientras volteaba hacia la puerta, su sexo brillaba, y sus dedos acomodaban sus labios, para que se mantuviera perfectamente mojada para mi, rosada y enrojecida por masturbación que

La hoja

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Mirándote a los ojos, buscando con ansias el final, dejo que mi boca recoja las gotas que corren por tus piernas, lento, sintiendo como tiembla tu piel y ruegan tus labios. Delicadamente sorbo por sobre los labios externos, para sorber los internos, evitando tocar el punto que te atormenta, dibujando con suavidad cada rincón con mi boca. Vuelvo a bajar hasta las bases, preparando la entrada, abriendo el camino, mientras tus labios se liberan sudando miel.  En ese ligero recorrido, engancho por primera vez el centro del deseo, la manilla del infierno. Conteniendo las ansias de mi boca, succionando lascivo tu ser, la agonía te alcanza y te deshaces entre mis labios arrugando el ceño y apretando con fuerza tus labios .. tus gemidos y jadeos, se ahogan con el agua que corre por tu sexo. Ahora entre mis labios,  te dejas llevar como una hoja que recoge el mar. Juan De Marco

Ola

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Sólo sentí escapar un ligero gemido que ronroneaba entre sus labios... su vientre se elevaba levantando su cintura como la ola suave de una tranquila bahía, separé sus piernas para entrar suavemente en ella empapándome de su humedad. Gimió delirante entre sabanas, mientras sus labios se secaban. Sus gemidos se volvieron gritos de agonía, y fue cediendo a los espacios que mi sexo exigía... Juan De Marco

La ventana.

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Me apodero de ella, sus nalgas se aprietan a la ventana y sus senos golpetean mi boca, mientras sorbo las gotas que corren en ellos, su cuerpo empaña el vidrio hasta que su cuerpo resbala y cae al suelo extenuada. Mis ojos no dejan de mirar el mar y su boca decide cogerlo, lame suavemente sintiendo su olor y el gusto en su rostro. Es su olor, es su sabor mezclado con el mio... vuelvo a derramar en su rostro... ríe nerviosa, pero no deja de volverlo a llevar a sus labios hasta extraer la última gota. Juan De Marco

La ilusionista.

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  Sus labios vaginales brillaban al sol, donde cada rayo se reflejaba sobre la humedad que escapaba entre sus piernas. Las abría y cerraba, mientras su vientre temblaba, para expulsar su dulzona fragancia, revoloteando inquieta cuando mis dedos apenas se acercaban. Alce la vista, su cuerpo, se estremecía sin control, sentía el temblar desde su interior. Fijé la vista en la piel de cobalto que se mostraba entregada al roce de mis labios, hasta verla bajar su mirada, dejando que mi boca se hundiera entre sus muslos. Aquella excitada ilusionista llena de deseo, se quebró en jadeos y un suave gemido se arrancó de sus labios entregada a los goces, hasta deshacerse entre ellos. Juan De Marco.