El secuestro

La luz se encendió, pero sus ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse, mientras mis manos subían sus faldas y se deslizaban entre sus piernas, mis dedos se deslizaban dentro de ella. Cuando por fin pudo distinguir algo. Desnudo, atado en una silla, inmóvil, estaba su novio. Tenía la boca amordazada y sus ojos estaban cristalizados de rabia , odio y deseo.
La situación le excitaba, y quizás por eso, empezó a sentir el primero de una larga lista de orgasmos mientras miraba a los ojos de su novio atado. Deslice sus bragas por sus piernas hasta dejarlas caer, mientras mis manos rozaban delicadamente su sexo, sin gran esfuerzo fue abriendo las piernas para entregarse a las sensaciones que le causaban mis dedos, jugueteaba con la humedad que emergía desde su interior, su cuerpo vibraba, se estremecía.
Cogí su mano, la llevé a mi sexo, mientras bajaba la cremallera de mi pantalón, la erección la estremeció, mientras posaba su mano en él. Acarició cada centímetro de la desconocida piel, la sacudió suavemente, mientras veía como disfrutaba y como mi sexo se endurecía más. Y sin saber como, sintió su cuerpo pegado al mío, mi sexo a las puertas del suyo y lo deslice suave pero brutalmente dentro de ella, llenándola en cada uno de sus espacios.
En menos de cinco segundos, estábamos cabalgando hacía el placer, ambos al unísono, sintiéndonos el uno en el otro y una extraña explosión; según su boca lo relataba, un cosquilleo especial, algo que nunca antes había sentido empezó a surgir en su sexo, extendiéndose por todo su ser poco a poco, aumentando su intensidad y haciéndola por fin explotar en un maravilloso éxtasis de placer, disfrutando así su primer orgasmo.
Cuando su cuerpo dejó de convulsionarse quedó tendida, floja, derrumbada sobre mi, sonreía agradecida. Todo su cuerpo se estremecía y no pudo evitar gemir y jadear, mientras la seguía penetrando sin detenerme ante sus suplicas una y otra vez , sin descanso delante de su novio, quién luchaba por liberarse sin resultados. No sé cuanto rato estuve penetrándola en aquella posición, solo sé que los orgasmos se seguían repitiendo y que mientras disfrutaba uno tras otro, no pudo dejar de observar la cara de cólera que tenía él, la impotencia dibujada en su rostro, que además hacía que disfrutara aún más de aquellos. Y en el último de ellos sintió como también mi orgasmo se derramaba entre sus piernas, alcanzaba el orgasmo llenándola con mi espeso y flujo caliente. Ambos permanecimos inmóviles y exhaustos durante un rato.
Se acercó a su novio que estaba muy excitado entre la rabia que sentía y el deseo que escondía, tenía el sexo candente como un hierro, erguido como nunca y para explotar de deseo. Se sentó sobre él, deslizándose despacio, haciendo que penetrara entre sus nalgas, como a él le gustaba. Luego empezó a moverse sobre él, mientras luchaba por desatarse; arriba y abajo, cabalgándole como si fuera un caballo, cada vez más veloz, hasta que sintió su sexo a punto de explotar y sus nalgas se aferraban ardiendo por el orgasmo que venía, explotando ambos al unísono en un orgasmo demoledor. Ya había perdido la cuenta de los orgasmos que había tenido en aquella habitación, pero podía decir que había sido la mejor experiencia de su vida.
Los dejé sólos para que arreglaran sus problemas, y me fui sin decir palabra.


Juan de Marco.

Comentarios

Albada Dos ha dicho que…
Erotismo muy chulo. Ese novio puede que deje de serlo pronto :-)

Un abrazo
Rodrigo Fúster ha dicho que…
Siempre que hay tres, es complicado que le guste a todos.

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