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Mostrando entradas de agosto, 2021

El encuentro. (relato de jueves, Demiurgo)

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Coral, embriagada por la copa de licor entre las manos escuchaba mis relatos con exquisita sensualidad, mientras sus dedos resbalaban entre mis muslos. Su coquetería borracha, seducía. Me dejé llevar por la música de un jazz que que envolvía la situación, proveniente de algún rincón del hotel . Sus dedos con encanto febril, danzaban sobre mi sexo. Los abría en forma de tijera y los deslizaba por mi bragueta, desabrochando cada botón. Por unos momentos, la embriaguez del perfume que inundaba el cuarto y mis delicados relatos, le hicieron volar, trasladándola, a un rincón, tan lejano como su recuerdo. Su mano tibia se posó sobre mi sexo, hasta soltar el último botón. Lo tomó con suavidad, la tibieza de su boca lo envolvió todo. Caía pesadamente sobre el respaldo del sofá, perdiéndome en un laberinto de deseos. Mis ojos divagaban extasiados por la habitación, grabando cada rincón, cada momento, mientras ella mantenía un ritmo cadencioso sobre mi piel. Al caer mi vista sobre el piso de no

Deseo rural.

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Al pasar por el camino, donde el polvo se levantaba sin compasión, vi a una mujer de sabrosas caderas colgando ropa en el tendedero, mientras la tierra levantada, la cubría de desaliento. Me detuve a pedir disculpas, con la intensión de verla de cerca. Su cuerpo ceñido por la humedad y la transpiración de la tarde, la hacía ver muy sensual. Las telas de sus vestidos eran delgadas y gastadas, donde su cuerpo se dibujaba con fuerza , en detalle, sólo una mínima prenda , escondía su sexo, al mirada de quienes la podían disfrutar. Me invito a pasar para que tomara algo refrescante, mis labios acusaban la sequedad del largo viaje entre caminos rurales. La miraba con un deseo que solo iba en aumento, la luz y calor del desierto se sentían en la ventana, pero la sequedad del aire refrescaba en la sombría casa protegida por los escasos árboles que le rodeaban. La casa se encontraba a orilla de camino y parecía olvidada por el tiempo, era más bien pequeña y los adobes la protegían del intenso c

Avecilla pasajera. (Relato Juevero. " Ojos que no ven" 12/08/2021).

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Vuela libando la flor, detenido en el tiempo y el espacio, danzando con sus alas en el viento. Las seduce rozando apenas su infinito, invocando el deseo, robando besos, preparando a sus musas para el acto sexual. La flor se abre recibiendo a su amante, gime lasciva, silente, ansiosa . Abre sus pétalos, pincela su vulva expectante. Él la espera, la  dilación lo motiva, la prorroga, lo excita. Ellos se alimentan del néctar, y su capacidad de sostenerse en un punto fijo, unido a un pico y lengua, que funcionan con una magnífica precisión  , les garantizan acceder a ese néctar sin necesidad de tocar o apoyarse en ellas, no importa lo delicada o inaccesible que sea para otros. Nunca sabré si ese trance tiene, un aura orgiástica. Pero lo cierto, es que él  fertiliza con precisión quirúrgica. Para ello, primero ingresa raudamente, en busca de la cámara de néctar, que está casi en el fondo, provocando jadeos, gemidos, alucinaciones que transportan a su victima al Valhalla del amor, al centro

Piel desnuda. ( A garcía Lorca)

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" Mirando sus ojos me parece que bebo su sangre lentamente..."                Adela, acto II, segunda parte. La casa de Bernarda Alba. La caricia del viento cosquillea sobre su piel, naciendo del vientre una caricia que se mueve como el junco, que apenas roza el agua en un día de primaveral. La piel se eriza al roce de una caricia. Los pezones se despegan de la curvatura de los senos, el vientre se adelgaza, los vellos se levantan y una ligera gota de sudor corre libre por tu cuerpo. El corazón late como el trueno en noche de tormenta, los labios gimen, los ojos se cierran dejándose llevar, por la ola de calor que del fondo de tu vientre nace. Quieres que el tiempo se detenga, que los dedos suaves te acaricien. Sientes morir el amor y despertar el deseo, gimes. Enloquece el vientre, jadeos rítmicos, tu mente se oscurece, sientes que una parte de tu piel se entrega, abriéndose al goce de un capricho. Húmeda, deslizándose dentro de ti, la serpiente despierta los gemidos, tu vi