Deseo rural.

Al pasar por el camino, donde el polvo se levantaba sin compasión, vi a una mujer de sabrosas caderas colgando ropa en el tendedero, mientras la tierra levantada, la cubría de desaliento.
Me detuve a pedir disculpas, con la intensión de verla de cerca. Su cuerpo ceñido por la humedad y la transpiración de la tarde, la hacía ver muy sensual. Las telas de sus vestidos eran delgadas y gastadas, donde su cuerpo se dibujaba con fuerza , en detalle, sólo una mínima prenda , escondía su sexo, al mirada de quienes la podían disfrutar. Me invito a pasar para que tomara algo refrescante, mis labios acusaban la sequedad del largo viaje entre caminos rurales.
La miraba con un deseo que solo iba en aumento, la luz y calor del desierto se sentían en la ventana, pero la sequedad del aire refrescaba en la sombría casa protegida por los escasos árboles que le rodeaban. La casa se encontraba a orilla de camino y parecía olvidada por el tiempo, era más bien pequeña y los adobes la protegían del intenso calor. Al fondo de la habitación, se veía una cama aún sin tender. Su cama era antigua, de bronce gastado y tenía una ventana sobre el respaldo, donde las telarañas reclamaban espacio entre los rincones. Los muros eran revocados con tierra y las grietas le daban un aire especial, salvaje, viejo, rústico a los ojos. Le pregunté si el colchón era de esos duros antiguos y me dijo que me sentara.
-Quizás una siesta después de refrescarse?  
Le toque la mano y luego seguí con su brazo. Le bajé el tirante de su vestido para acariciar su hombro, me acerqué a besar ese cuello salvaje y moreno. Su respiración se empezó a agitar, hasta que rompió su quietud, me tomó la cabeza y me besó. Se rompió completamente la tensión entre nosotros, como si este fuera el estado natural y todo lo anterior una mera interpretación.
Mis manos empezaban a confirmar lo bien formado que tenía su cuerpo,lo suave y rústico que seducía .
Le acosté en la cama y le di vuelta, para besar espalda. Morena, curtida por el sol y el frío del desierto. En cada uno de mis movimiento, mi sexo rozaba  su cuerpo haciéndole sentir mi erección. 
Sutilmente, con su mano, acarició el bulto con sus dedos sobre el pantalón. Su respiración comenzó a transformarse en gemidos , jadeos que escapaban sin control de su cabeza.
La tomé las manos y la levanté, para agarrar sus nalgas con fuerza. Le saqué suavemente el vestido y empecé a besar sus pechos, su piel era un néctar rústico que no dejaba de atrapar mis sensaciones.
Nos acostamos volviendo a los besos. Empezaron a aparecer más miradas, palabras y matices en el deseo de ambos. La nostalgia mezclada con la risa, el juego infantil y la ilusión del enamoramiento. Ella estaba en ropa interior y yo solo con una incansable erección, con la que podía sentir el calor y la humedad que emanaba entre sus piernas.
Volví a sus senos llenos de ambrosía, que sin ser grandes tenían, tenían el sentimiento de envolver. Por el costado de ellos, bajando por sus axilas, podía sentir su piel erizada, me deslice a sus caderas, su cintura, el misterioso límite entre su vientre y el comienzo de sus suaves muslos. Le saqué suavemente el calzón que se encontraba empapado de su propia lujuria y calor; sentí la fragancia de sus ansias que escapaba aireando su deseo, sus jugos alicorados por la excitación. Empezó a tocarse, yo la acompañé recorriendo con mi nariz entre sus piernas cada rincón, separando sus labios vulvares abriéndose como una flor al roce cálido del sol, dejando que ella se conectara con su propio ser. No hay nada que me excite más, que una mujer transpirando su libido y gozando del roce de mis labios y caricias .
Recorrí sus muslos y por la parte interior fui subiendo con besos hasta llegar al campanario, donde se conectaban todos sus deseos, pulsaba con temblores quejumbrosos. La punta de mi lengua fue lentamente amasando sus carnes, mientras sus casquillos y aureolas, se dibujaban en sus senos. Su respiración se intensificaba cortándole el poco aire que recogían sus pulmones. Los gemidos fueron transformándose en gritos y jadeos, las sabanas estaban empapadas y revueltas por sus manos, mi movimiento suave se transformó en un verdadero éxtasis espiritual. mi lengua alcanzó lo más profundo de su ser y dentro, se movía intensamente, buscando saborear sus paredes vaginales, mientras extendía mis manos para agarrar sus senos durísimos y nacientes. La di vuelta y le levanté sus nalgas, alternaba mis jugueteos entre su labios íntimos y el inexplorado rincón  trémulo del culo expuesto a mis caprichos que la hacía temblar de placer.
Con ella afirmada del respaldo de la cama, la empecé a embestir, de manera que sintiera cada centímetro entrando y saliendo entre sus piernas.  Era tal el grado de excitación que sabíamos que iba quedando poco, así que nos miramos para luego abrazarnos. Así, hasta tocar el último rincón, el más escondido de los recovecos, agarrándome de sus hombros para aferrarme a ella hasta destapar su deseo,
aumentando la intensidad y velocidad, vocalizando mis excitación, para sostener la tensión mientras me llenaba de sangre, haciendo crecer mi sexo y tensión dentro de ella y mis dedos disparaban sobre su sexo el orgasmo. Finalmente, entre gritos se fundieron todos nuestros zumos y nos vimos tan vulnerables, tan distintos a como nos habíamos visto hace un par de horas atrás.
Mis dientes permanecían clavados en su cuello, ella gemía como un gato mientras el vidrio devolvía nuestra imagen. Así desaparecíamos en la complicidad de aquella habitación, cayendo rendidos entre las desordenadas y húmedas sábanas de la cama de bronce, mientras el sol caía sobre la ventana.

Juan De Marco

Comentarios

Albada Dos ha dicho que…
Erotismo en carne viva. Muy beunas imágenes.

Un abrazo
Mi nombre es Mucha ha dicho que…
Don Juan de Marco
Pobre Albada Dos, la has dejado tan
"encalentada"y con magia
que en vez de buenas escribió beunas
Te dejo mi huellas en caso de visitarme .Vivo en Miami
Mucha

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