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Mostrando entradas de enero 21, 2022

Medusa

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Cuándo cierro los ojos, siento que mi mente divaga entre las piernas de cualquier extraña... percibo su aroma... sus palabras susurrando al oído, sus gemidos, la suavidad de su piel, sus besos rozando los míos, me devora como si yo fuera su último aliento. Divago... parezco suspendido en el aire, como una burbuja escapando al viento. Soy medusa empujado por las olas. Ante mis ojos, ella de piernas abiertas y el deseo dibujado en su braga humedecida por la espera. Las bajé con tanta prisa que no alcance a sacarla y me enterré en su sexo.  Ella, sujeta de los muros empujaba su sexo a mi boca, gemía y jadeaba hasta agarrarse a las sabanas. Entonces me perdí, ciego de deseo , mordí sus nalgas hasta que sus piernas se terminaron de liberar de la delicada prenda que le ataba. Al verse liberadas , se separaron para dejar todo el universo a mis caprichos. Juan De Marco

Gozo

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Quedamos amarrados en el placer de un delicado y cadencioso movimiento, como entregándonos al placer de sentir y estar, mientras entraba y salía , disfrutando ambos de sentirse poseer y poseído en el más exquisito de los placeres, el de someter y someterse ante el placer del otro, suspendidos en el ser y gozar , sin pudor alguno. En silencio, nos vestimos mirándonos uno al otro como cómplices , amantes y dichosos de interpretarnos. Luego un apasionado beso de despedida, guardando el silencio, y dejando para después nuestras desavenencias, para que nada de lo que habíamos hecho se perdiera en ese mágico y exquisito momento. Juan De Marco

El rincón.

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Ese rincón oscuro y fuente de los deseos de los más lujuriosos y excitantes pensamientos. Separé sus nalgas dejando que mi lengua la hiciera arder hasta perder la razón y porqué no decirlo, entrar en el más encendido infierno. Bese hasta que ella rogó que saliera de ahí, y sin hacer juicio, dejé que mi lengua le rodeara, pasando suavemente por su rugosa textura, hasta hacerla tragar todos sus ruegos , que sin pudor , ahora se entregaban al juego más sucio, pero excitante que una mujer pueda entregar. La tarde de invierno caía tras las cortinas, donde ya el ver, se hacía trabajoso, pero el sentir, emocionante. Juan de Marco