El Valhalla

El insomnio cubre mi ventana y me acerco para sentir el aire de la noche acariciar mi cuerpo desnudo. La cuarentena me encarcela a merced de mi locura.
Si desnudo frente a mi ventana, imaginando más allá de la oscuridad, atravesando edificios y cordones rocosos hasta alcanzar el mar más allá de la montaña. 
Un mar teñido de rojo, con grandes olas, empujando las barcas de los vikingos que se acercan amenazando las almas que no pueden dormir. Freya cabalgaba sobre las olas para elegirme entre los guerreros para conocer los placeres y conducirme al Valhalla. Un enorme y majestuoso salón.
Sus largas trenzas blancas caían sobre si pecho, acariciando y haciendo temblar mi cuerpo hasta sentirla tocar mi sexo. 
Unas manos que no dejaban de recorrer cada rincón de piel, para erguirla entre sus dedos, la humedad de sus besos despertando mis deseos. Alzaba mi sexo para empuñarlo como una espada. Para sorber el agua miel de mi cuerpo, y beber de él, saciando su sed, para engullir entre sus labios el hambre que le producía.
Sus senos blancos y redondos entre mis manos, su vientre como una ola en momentos de lontananza, sus largas piernas recorridas por mis besos, su sexo cubierto por desteñidos vellos, y la humedad que se escapaba entre las llamas. De rodillas implorando beber de la mojada piel que goteaba cálida en mis labios. Bebía de su sexo cada gota que sudaba. 
Anhelaba hundirme entre sus carnes y fue cediendo ante mis suplicas. 
Entregada y dispuesta a satisfacerme, abrió sus piernas para dejar entrar mi avidez y saciar sus paredes. Mojarme en su fortaleza, beber del licor de los dioses y poseer el poder de sus nalgas apretadas, unidas por el deseo, jadeando entre sus gemidos, bordeando el abismo y cayendo en el vacío.
La deseaba y estaba lejos, pero podía sentirla en cada respiro, la luz se apoderó de la oscuridad y pude alcanzar las estrellas... el viaje fue intenso. Mi corazón se detenía y descubría que lo poseía todo para alcanzar y entrar en el salón, en el Valhalla húmedo que se me ofrecía. 
Entonces me cubrió un manto dorado mojando mis sábanas y descubriendo el virus que podía entrar por la ventana, llevándome a un salón al que no era tiempo de entrar.

Juan de Marco, el Valhalla puede esperar, y esa mujer se entregará cuando pase la pandemia.

Comentarios

AYELEN ha dicho que…
Belleza en las palabras que utilizas para expresar, sensaciones y pasiones a flor de piel , un placer leerte de nuevo

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