Sirena



Ese día llegaba cansado después de un arduo día de trabajo, después de abrir la puerta entré con la idea fija de darme una buena ducha. Cuándo abrí la puerta me encontré con Sirena, estaba quitándose el maquillaje, su culo parado detrás de las enaguas se exhibía pomposo, el colaless se perdía entre sus nalgas morenas.
- Hola, como te fue - preguntó sin dejar de hacer lo que hacía.
- Bien, estoy algo cansado.....
Me desvestí siguiendo la idea que traía del trabajo, una ducha, al pasar entre el muro y Sirena mi piel se rozó con la suya, ella sin moverse, replicó.
- Huy...que llegaste atropellador....
Me quedé congelado, su piel suave y cálida me invitaba a tocarla, me puse tras de ella, y como las manos de un pulpo acaricié su suave piel, sus nalgas rebozaban deseo, cálidas y lánguidas se dejaban tocar, mi verga entrando en ebullición se detenía entre esos dos hermosos pedazos de carne, ubicándose sobre sus glúteos, descansando en su ano ardiente y resbaloso por las cremas que en su cuerpo untaba...
- huuuummm , qué rico está, me gusta cuando se endurece entre mis nalgas.-
No había tiempo para una ducha, ya había entrado en trance sexual, mi cuerpo se remecía al roce de su piel, carnosa y atrapan te, resbalosa como la crema misma. Me acerqué aún más apretando con mis manos sus nalgas, y apunté groseramente hacia su ano, oscuro y rosado, y dejé resbalar mi pene a sus anchas sobre sus carnes, el jugueteo hizo que por abajo de su enagua se dibujaran sus pezones, los que erigidos clamaban por ser tomados.
Mis manos abiertas los cubrieron con sensualidad, dejando resbalar los tirantes sobre sus hombros, los que aunque anchos, no lograron detener la caída, aflorando un bello par de senos de pezones erguidos, los que se fascinaban al roce sutil de mis manos, besé su cuello llamando a su piel a deseos carnales, que vivos relucían sobre su piel erizada.
Sirena gemía con sus labios apretados, haciendo rechinar sus dientes, los que se clavaban en sus labios hinchados de placer, cada caricia hacía que sus dientes se enterraran en la delicada piel, la que ante las arremetidas de mi cuerpo los hacían sangrar, volteó su cuello buscando mis labios, dulces como la miel su sangre enrojecía mis labios.







Deseos de Don Juan

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