El encuentro.
Coral, embriagada por la copa de licor entre las manos escuchaba mis relatos con exquisita sensualidad, mientras sus dedos resbalaban entre mis muslos. Su coquetería borracha, seducía.
Me dejé llevar por la música de un jazz que que envolvía la situación, proveniente de algún rincón del hotel . Sus dedos con encanto febril, danzaban sobre mi sexo. Los abría en forma de tijera y los deslizaba por mi bragueta, desabrochando cada botón.
Por unos momentos, la embriaguez del perfume que inundaba el cuarto y mis delicados relatos, le hicieron volar, trasladándola, a un rincón, tan lejano como su recuerdo. Su mano tibia se posó sobre mi sexo, hasta soltar el último botón. Lo tomó con suavidad, la tibieza de su boca lo envolvió todo. Caía pesadamente sobre el respaldo del sofá, perdiéndome en un laberinto de deseos.
Mis ojos divagaban extasiados por la habitación, grabando cada rincón, cada momento, mientras ella mantenía un ritmo cadencioso sobre mi piel. Al caer mi vista sobre el piso de nogal, pude ver, que en los rincones de la habitación, estaban los vestidos tirados desordenadamente, y la delicada bombacha de seda, colgaba sin pudor en un elegante biombo de caoba, que cerraba la vista tapando el baño, donde hace algún rato, había estado imaginando este momento con Coral.
Cuando desperté del trance, las caderas serpenteantes de Coral, montaban sobre las mías, creando ondulantes sensaciones en mi mente, mientras el mojado cuerpo de la muchacha, temblaba entre mis manos. Su vientre, ayudaba a empujar hasta hundirse excitada en mi, y el sofá de cuero, liberaba cortinas de suaves y livianas plumas de ganso, ya era tarde para pensar o para detenerse.
Los gemidos eran delicados, sutiles, los ojos se cerraban dejándose llevar, el disco se había acabado, y la aguja zigzagueaba, sin encontrar una pista que tocar. Ella sostuvo mi cabeza apretándola contra sus senos, conteniendo la respiración tras un bello y suave jadeo, liberó un sutil quejido.
La pequeña muerte le había alcanzado, con la misma sutileza con que había hecho el amor. los zumos de nuestros cuerpos, se mezclaron para terminar con el último compás.
Luego de un rato, sosteniéndola de sus nalgas, la dejé caer suavemente sobre la colcha de la cama labrada del hotel, y abotonando la bragueta de mi pantalón, me levanté para encender un cigarrillo y abrir las cortinas, dejando entrar la luz de la noche.
Juan de Marco.
Comentarios
Me ha gustado bastante este relato.
Un abrazo.
Fascinante Cora, tan serpentil, imaginada a partir de esa imagen.
Muy logrado erotismo.
Saludos.
Me ha gustado tu relato lleno de suave erotismo.
Abrazos.
Erótico, sensual... como digo, muy tú.
Un beso.
Un beso y feliz fin de semana.
Un abrazo
Pero me gusta....
saludos siempre
Un saludo!
Gato Rojo 🐾