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Disoluta. (Relato juevero para Demi)

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“Hay noches en que los lobos están en silencio y solo la luna aúlla”. George Carlin. Apareció vestida de gasas verde olivo, donde su figura se dibujaba perfecta, mostrando toda su belleza, de una mirada intensa de verdes y amarillos, tan fija y profunda como el abismo que la habitaba. Sus senos esculpidos se dibujaban agudos y adornados de oscuros casquillos brillando en el jugo transparente del néctar que escapaba de ellos. De entre ellos, caía un largo collar de perlas que bajaba acariciando su piel abismalmente bella.  Las perlas jugueteaban con las forma de su vientre, bailando sobre su ombligo, para perderse entre sus piernas maravillosamente esculpidas, hundiéndose en su vulva, hasta perderse todo el vestigio de sensaciones que provocaban para emerger entre sus nalgas, hacia sus caderas, donde dos delicados hilos de seda las sujetaban a su cintura.  Cada paso, las perlas se dibujaban y movían acariciando el interior de su sexo, invitándolas a bailar en su interior, causando lige

Graciela. (las siete citas)

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"Una buena chica conoce sus límites. Una mujer inteligente, sabe que no tiene ninguno" Marlyn Monroe.- Dejándome llevar, deslice una mano bajo su camiseta y acaricie suavemente uno de sus senos. Sentí como su casquillo crecía endureciéndose entre mis dedos, emergía como el botón de una rosa, suave y delicado, soltando pequeñas gotas transparentes, mi boca se iba perdiendo en su cuello, gemía de placer mientras le recorría humedeciendo su piel.  Ella bajaba su mano hasta alcanzar mi sexo con ansioso temblor dejando que sus dedos lo dibujaran sobre las telas del pantalón.  Ardía en deseos de hacer el amor con ella, pero preferí que ella llevara la batuta retorciendo los bronces entre sus labios, que fuera ella la que diera el primer paso y así fue. Desprendió los botones de su blusa, dejando libre los delicados senos que ya había acariciado con mis dedos. Se sentó a horc

Ave pasajera. (cada jueves un relato)

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"¿Habéis oído cantar un pájaro en la noche? Suele ocurrir que un rayo de luna, un rayo levemente dorado, derramándose por entre el misterio del follaje, alcanza la rama donde se acurruca el avecita dormida, y la despierta. No es el alba, como imagina el ave. Pero ella canta..." Eduardo Barrios. (El niño que enloquecio de amor) Nunca vio mi silueta tendida en el sofá, más su mente, me traía dibujado en sus dedos, boceteando el recorrido de mis manos multiplicadas por sus senos turgentes y sedosos que disparaban la dura belleza de sus senos coronandolos con el suave pellizco de mis dedos en sus oscuros pezones, los que temblaban libres al viento que acompañarían su vuelo simbólico alentados por su excitada imaginación. Sus manos bajaron caprichosas pintando mi rostro y mi lengua deslizándose por su vientre tembloroso hasta perderse en la enmarañosa vulva escondida entre sus vellos crespos y mojados. Tan desnuda como había salido del baño, se tendió entre las suaves sabanas revu

A Don Juan De Marco.

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Él vagaba con la mirada perdida orillando el mar, queriendo encontrar respuestas a la vida, y solucionar su existencia... Divagaba entre cuerpos desnudos, regalando caricias y orgasmos, dejando que sus dedos rozaran el agua, agachándose de vez en vez, como silueteando los cuerpos que se deshacían tras sus caricias. El viento en su cara curtía los años de di-vagante erotismo filosofal. Él Descifraba las miradas y sonrisas que le regalaban al pasar, era la magia de sus fantasías y el fin de sus sueños que debían realizar. Ceñía con sus dedos el ala de su sombrero, como los cóncavos recovecos de la vulva de una mujer. Su sensual mirada las hacía hervir al pasar, despertando infiernos y demonios en sus vibrantes vientres de luz, mientras las coronillas de sus senos se endurecían ocultos entre escotes, la humedad que las habitaba, el secreto que nunca iban a revelar, él era la fantasía que las debía despertar. Rodrigo Fúster

El último gemido. (relato juevero a Myriam)

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"El orgasmo es un paroxismo; la desesperación, otro. El primero dura un instante; el segundo una vida.   "Ese maldito yo" (1986), Emil Cioran Pensando que tal vez aquello sería lo último que haría en la vida, ... ella inicia un movimiento rítmico contrayendo su vientre, suelta sus lágrimas vaginales y se aprieta entre mis labios. Dejo que mi nariz friccione entre las alas de la mariposa,  enredándome en sus bucles castaños, bucles humedecidos por el deseo, pubis enlozado por la fricción de mis lamidos sobre la perla nacarada que brota dentro. Soltando a pausas, vuelvo  a embestir con más fuerza. El cóncavo vientre destella ondulantes serpientes  que se mueven dentro, sus piernas se tensan temblando entre los espacios acortando el tiempo, sus senos se endurecen tomando todo el aire de la habitación, mientras dispara sus rosados casquillos al universo... sus gemidos... se quiebran en sonidos silentes y ahogados. Jadea, ya cerca del final, presiona con sus piernas mi cabeza

Corazas. (semana trece de Sindel)

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Ella, al deslizar sus labios por el duro miembro erguido, sentía que rompía las corazas, olvidando las palabras de su madre; ella le hablaba de como las señoritas se hacían respetar, y cual debía ser su comportamiento en la cama, como debía de mantener el respeto y la distancia y guardar sigilosamente la virginidad hasta el matrimonio.  Él, entregado a los disfrutes del sexo de ella, que engullía como una fruta jugosamente abierta, no guardaba limites ni distancias. Cada embestida de la boca de Andrea, iba doblegando las fuerzas y resistencias de Juan de Marco que se perdía entre sus labios vaginales,  no dando tregua ni descanso. Juan sabía como exprimir cada gota que se arrancara de ella, y era capaz de empujarla al abismo del deseo, rompiendo todos los blindajes del pudor que la confundían. Por fin, después del después del tiempo, juan sacudido por las embestidas de Andrea,  liberaba todas las bendiciones en su boca, mientras ella abría sus labios para destapar la lluvia de estrella

Diálogos en un hotel... (relatos para un jueves)

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"Cuando en la mañana me haya ido. No tendrás mío ni un recuerdo, solo un hueco en la almohada donde meter tu olvido." Enrique Bunbury Conversaciones en un Hotel (para Dorotea) Si,... un hotel guarda muchos secretos, tengo uno a orillas de playa que esconde más de una de mis aventuras... Siempre trato de ocupar la misma habitación, y el de la recepción, me saluda como si nunca nos hubiéramos visto. La dueña me conoce ya de hace muchos años, para ser exactos, de 1994. Y he visitado este lugar en varias oportunidades, incluso, hasta hoy. Muchas chicas han pasado por esas habitaciones y la dueña hoy me dijo al pagar la cuenta: - Cuántas de "esas" han pasado por esta habitación... - Muchas querida Laura... La primera vez estaba soltero, ¿te acuerdas?, luego vine con mi ex, cuando aún no me había casado, también con mis hijos en alguna oportunidad, luego vino el divorcio, y volví, como antaño, sólo para descansar de todos esos años.. -Lo recuerdo, tanto así, que hasta t