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Septiembre Rojo

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Aun recuerdo cuando tus dedos impacientes, jugaban con los botones de mi pecho mientras enredabas mis vellos , provocando un estallido de lujuria en ese lugar calido y ardiente dónde anido mi deseo. Y cuando las palomas de tus manos inquietas descendían al jardín, buscando tu boca beber la miel de ese empalado tiempo donde se perdían tus labios y tu lengua. Siempre inquieta hasta ahogar la fuerza del deseo, haciendo naufragar mis pensamientos en oleadas de placer y gemidos de pasión, muriendo poco a poco, piel a piel, en el eterno abrazo del deseo. Apoyado en la ventana, mientras me engullías con habido resabio, mientras besabas el sexo erguido que a la deriva se hundía en su promesa... sólo deseaba que siguieras hasta romper la dura repres que me contenía, temblando entre tus dedos, deseando morir sin remedio, soltando el magma que hervía dentro con ganas de llenar tu garganta, de desaparecer entre tus labios sedientos de romper promesas. Mis besos te habían provocado como un juego de

Dos sabores, tres aromas.

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  Divagando siempre entre las piernas de cualquiera, entregado a los panales más dulces. Ahi, entregado a todo, sucubiendo entre temblores, mientras me devoraban como avispas en celo.  Una tarde más. Labios hambrientos queriendo devolver, todos los placeres que ratos les entregaba, mientras las sábanas enredaban nuestros cuerpos. Sudor y humedad empapando todo. El roce de sus labios entregando placeres infernales hasta caer rendido. Sin más calor que el que entraba por la ventana, tibio roce que me lo envolvía todo sin esperar nada a cambio. Copas de vino tiradas sobre la alfombra entregando aún el aroma profundo que nos había embriagado, el sabor intenso que se había pedido entre sus labios. Recorridos tiernos y cálidos sobre la piel endurecida por el habido calor de sus labios. Una boca que se daba tiempo de saborear el cálido sabor que había dejado el vino derramado sobre mi cuerpo. vaivenes sedados por su lengua. Y la saliva que corría por la comisura de sus labios.  Entregado a su

La entrega

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Me detuve a contemplar por algunos instantes su cuerpo, su piel, mientras bailaba desnuda detrás de las cortinas,  jadeando, invitando a la lujuria, que hasta ese instante, había bloqueado en mi cabeza. Estiré las manos para alcanzarla, perdiéndose mis dedos sobre sus caderas, bajando por sus nalgas vestidas de gaza, sintiendo como el sudor de su sexo lo mojaba todo, suavemente, derramando los hilillos espesos que  untaban  mis dedos, dibujando finas y húmedas telarañas.  No había otro camino, no había retorno. No había posibilidad de evitarla, le abrasé a embestidas, que fueron transformando sus gemidos en jadeos, y sus juegos en placeres. Sentí como se retorcía estando yo dentro, como suplicaba, estaba acumulada. Vestida de deseos y fantasías desde que me espiaba hacía tanto tiempo, sin pudor expuesta a mis deseos.  Y entre temblores, y labios apretados, dejó que me perdiera dentro de ella, soltando sus nalgas y suplicando rudeza.  Fui derramándome dentro, como un volcán en erupción,

Un Bicho en la pared.

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 Camino tras de ti siguiendo cada uno de tus pasos, cuando tomas la copa y te diriges al bar llenándola de ese resto de vino que quedó después de la cena. En el camino van quedando los tacos que hacía unos instantes me seducían. Veo como tu mano derecha baja por tu espalda liberando la cremallera del vestido. Abres el escote que esconde besos , dejando flotar tus senos en el vacío y te detienes frente al espejo, los acaricias y sonríes, recordando su mirada perdida entre ellos mientras cenaban. El gesto simple de un beso; y te dices .."Bella".  Te contoneas sin pudor camino a la ventana, dejas caer tu vestido con las cortinas aún abiertas, sabes que desde el edificio del frente, siempre hay ojos curiosos mirando. Tus senos caen libres al espacio, mientras los encaje de tu braga, esconde entre hilos el pudor de lo que acaba de ocurrir. Dejas el collar de perlas en el neceser, dejando caer una a una las perlas que van golpeando sobre la madera, luego la copa al vela

Besos de Sal...

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Sus piernas se separaron y se sentó en  mi boca. Dejó que su sexo cubriera mis labios. El va y ven, se hizo un ritmo cadencioso y morboso, sólo podía escuchar sus gemidos mientras sus muslos rozaban mis orejas. Sus labios dejaban escapar el más profundo de los aromas, el sabor se escapo en mi boca. Bajaba y subía para dejarme tomar aire y decía -Ahora?.- y se volvía a enterrar en mi boca apretando los labios con lascivia. Danzaba entregando toda la calidez que envolvía su lujuria. Los roces se hacían intensos hasta hundirse procurando el suave masaje de mi lengua. La pequeña cabecilla , se mostraba clara y brillosa, surgía roja por la sangre que la llenaba. El movimiento circular de sus caderas, abría sus labios para mostrase más profunda y alcanzable. La dejaba reposar, mientras sus piernas se separaban para sentir más la suavidad de las caricias que mi boca le daban, tensaba sus piernas, separándose a momentos para volver a dejarse caer suavemente. Un beso salado qu

Sex uber.

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Hoy me saldré de mis acostumbrados textos, para contarles una nueva experiencia. La pandemia me obligo por problemas económicos, a hacer unos trabajos especiales. Un amigo que trabaja en uber me pidió que le manejara su automóvil por una semana, estaba enfermo y necesitaba el dinero, (el que compartiríamos a medias, 50 y 50.). Mi oficina permanecía cerrada por cuarentena. La experiencia me parecía emocionante. Mi primer cliente, fue una señora de 65 años muy atractiva, la tenía que pasar a buscar a santiago centro. Lucía sus canas como un peinado más, largo y suelto, era muy juvenil al vestirse, su vestido corto  dejaba ver sus piernas por el retrovisor, tenía un cuerpo cuidado. Su aspecto era muy ejecutivo. En la mitad del trayecto conversabamos animadamente, cuando en un instante, y a pito de nada, me dijo que era muy atractivo y que quería que le hiciera sexo oral y lo pagaría aparte. Me pidió que  estacionaramos en un  viejo edificio y que aparcara en un rincón. Miraba un

Más allá del pudor.

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Llevábamos semanas discutiendo a distancia, hasta que ya no quedaron motivos, nos cubrió el silencio, y un vacío en el que no terminábamos de caer. Luego, un correo tan simple como un "te deseo". Se cerraron las nubes en un atardecer rojo oscuro, donde pronosticaba la mas ardiente de las tempestades. Tomé mi coche, nunca pedí un salvo conducto que me permitiera salir de esa cuarentena obligatoria, la pandemia cobraba el precio de lo que parecía una cadena perpetua. Corrí sin detenerme ni pensar, sin documentos, sin mascarilla y con sólo una idea en mi cabeza, coger. COGER... Coger sin pudor, sin hablar ni una palabra, sin explicaciones que nos robaran el poco tiempo que tendríamos. Nunca respondí el bendito correo, sólo tomé el auto y corrí a ella. Al llegar toque la campana y ella salió con su rostro desencajado, sorprendida por el toro que entraba desbocado por su puerta, y sin decir nada , la fundió en un beso sin explicaciones. Su corazón paralizado, empezaba