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La bañera.

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De pronto la ducha se detuvo paralizando el corazón, el momento estaba más cerca que nunca. La impaciencia tenía mi sexo endurecido entre los dedos, mis testículos, gordos de deseo, llenos del más tibio de los manjares. Guardé silencio en la espera, no dejaba de mirar la roída y oxidada manilla que abriría la escena como si de una obra se tratase. Sentí como la vieja llave giraba dentro de la cerradura, esperé, sentía como el corazón luchaba por mantenerse dentro de mí. Me acerqué a la puerta y miré a través de la cerradura. Podía ver sus nalgas temblando por el suave masaje de sus dedos, el fin de su espalda exquisita y desnuda. Me detuve a pensar mientras la espiaba si ella lo sabía o no, claramente sus nalgas le acusaban, estaban permanentemente ante mis ojos temblando, sentí que todo quedaba en silencio mientras volteaba hacia la puerta, su sexo brillaba, y sus dedos acomodaban sus labios, para que se mantuviera perfectamente mojada para mi, rosada y enrojecida por masturbación que

La hoja

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Mirándote a los ojos, buscando con ansias el final, dejo que mi boca recoja las gotas que corren por tus piernas, lento, sintiendo como tiembla tu piel y ruegan tus labios. Delicadamente sorbo por sobre los labios externos, para sorber los internos, evitando tocar el punto que te atormenta, dibujando con suavidad cada rincón con mi boca. Vuelvo a bajar hasta las bases, preparando la entrada, abriendo el camino, mientras tus labios se liberan sudando miel.  En ese ligero recorrido, engancho por primera vez el centro del deseo, la manilla del infierno. Conteniendo las ansias de mi boca, succionando lascivo tu ser, la agonía te alcanza y te deshaces entre mis labios arrugando el ceño y apretando con fuerza tus labios .. tus gemidos y jadeos, se ahogan con el agua que corre por tu sexo. Ahora entre mis labios,  te dejas llevar como una hoja que recoge el mar. Juan De Marco

Ola

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Sólo sentí escapar un ligero gemido que ronroneaba entre sus labios... su vientre se elevaba levantando su cintura como la ola suave de una tranquila bahía, separé sus piernas para entrar suavemente en ella empapándome de su humedad. Gimió delirante entre sabanas, mientras sus labios se secaban. Sus gemidos se volvieron gritos de agonía, y fue cediendo a los espacios que mi sexo exigía... Juan De Marco

La ventana.

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Me apodero de ella, sus nalgas se aprietan a la ventana y sus senos golpetean mi boca, mientras sorbo las gotas que corren en ellos, su cuerpo empaña el vidrio hasta que su cuerpo resbala y cae al suelo extenuada. Mis ojos no dejan de mirar el mar y su boca decide cogerlo, lame suavemente sintiendo su olor y el gusto en su rostro. Es su olor, es su sabor mezclado con el mio... vuelvo a derramar en su rostro... ríe nerviosa, pero no deja de volverlo a llevar a sus labios hasta extraer la última gota. Juan De Marco

La ilusionista.

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  Sus labios vaginales brillaban al sol, donde cada rayo se reflejaba sobre la humedad que escapaba entre sus piernas. Las abría y cerraba, mientras su vientre temblaba, para expulsar su dulzona fragancia, revoloteando inquieta cuando mis dedos apenas se acercaban. Alce la vista, su cuerpo, se estremecía sin control, sentía el temblar desde su interior. Fijé la vista en la piel de cobalto que se mostraba entregada al roce de mis labios, hasta verla bajar su mirada, dejando que mi boca se hundiera entre sus muslos. Aquella excitada ilusionista llena de deseo, se quebró en jadeos y un suave gemido se arrancó de sus labios entregada a los goces, hasta deshacerse entre ellos. Juan De Marco.

Medusa

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Cuándo cierro los ojos, siento que mi mente divaga entre las piernas de cualquier extraña... percibo su aroma... sus palabras susurrando al oído, sus gemidos, la suavidad de su piel, sus besos rozando los míos, me devora como si yo fuera su último aliento. Divago... parezco suspendido en el aire, como una burbuja escapando al viento. Soy medusa empujado por las olas. Ante mis ojos, ella de piernas abiertas y el deseo dibujado en su braga humedecida por la espera. Las bajé con tanta prisa que no alcance a sacarla y me enterré en su sexo.  Ella, sujeta de los muros empujaba su sexo a mi boca, gemía y jadeaba hasta agarrarse a las sabanas. Entonces me perdí, ciego de deseo , mordí sus nalgas hasta que sus piernas se terminaron de liberar de la delicada prenda que le ataba. Al verse liberadas , se separaron para dejar todo el universo a mis caprichos. Juan De Marco

Gozo

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Quedamos amarrados en el placer de un delicado y cadencioso movimiento, como entregándonos al placer de sentir y estar, mientras entraba y salía , disfrutando ambos de sentirse poseer y poseído en el más exquisito de los placeres, el de someter y someterse ante el placer del otro, suspendidos en el ser y gozar , sin pudor alguno. En silencio, nos vestimos mirándonos uno al otro como cómplices , amantes y dichosos de interpretarnos. Luego un apasionado beso de despedida, guardando el silencio, y dejando para después nuestras desavenencias, para que nada de lo que habíamos hecho se perdiera en ese mágico y exquisito momento. Juan De Marco