La ilusionista.

 


Sus labios vaginales brillaban al sol, donde cada rayo se reflejaba sobre la humedad que escapaba entre sus piernas. Las abría y cerraba, mientras su vientre temblaba, para expulsar su dulzona fragancia, revoloteando inquieta cuando mis dedos apenas se acercaban. Alce la vista, su cuerpo, se estremecía sin control, sentía el temblar desde su interior. Fijé la vista en la piel de cobalto que se mostraba entregada al roce de mis labios, hasta verla bajar su mirada, dejando que mi boca se hundiera entre sus muslos.
Aquella excitada ilusionista llena de deseo, se quebró en jadeos y un suave gemido se arrancó de sus labios entregada a los goces, hasta deshacerse entre ellos.

Juan De Marco.

Comentarios

ɱağ ha dicho que…
Quebrarse así es resucitar.
Un beso.

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