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El encuentro. (relato de jueves, Demiurgo)

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Coral, embriagada por la copa de licor entre las manos escuchaba mis relatos con exquisita sensualidad, mientras sus dedos resbalaban entre mis muslos. Su coquetería borracha, seducía. Me dejé llevar por la música de un jazz que que envolvía la situación, proveniente de algún rincón del hotel . Sus dedos con encanto febril, danzaban sobre mi sexo. Los abría en forma de tijera y los deslizaba por mi bragueta, desabrochando cada botón. Por unos momentos, la embriaguez del perfume que inundaba el cuarto y mis delicados relatos, le hicieron volar, trasladándola, a un rincón, tan lejano como su recuerdo. Su mano tibia se posó sobre mi sexo, hasta soltar el último botón. Lo tomó con suavidad, la tibieza de su boca lo envolvió todo. Caía pesadamente sobre el respaldo del sofá, perdiéndome en un laberinto de deseos. Mis ojos divagaban extasiados por la habitación, grabando cada rincón, cada momento, mientras ella mantenía un ritmo cadencioso sobre mi piel. Al caer mi vista sobre el piso de no

Deseo rural.

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Al pasar por el camino, donde el polvo se levantaba sin compasión, vi a una mujer de sabrosas caderas colgando ropa en el tendedero, mientras la tierra levantada, la cubría de desaliento. Me detuve a pedir disculpas, con la intensión de verla de cerca. Su cuerpo ceñido por la humedad y la transpiración de la tarde, la hacía ver muy sensual. Las telas de sus vestidos eran delgadas y gastadas, donde su cuerpo se dibujaba con fuerza , en detalle, sólo una mínima prenda , escondía su sexo, al mirada de quienes la podían disfrutar. Me invito a pasar para que tomara algo refrescante, mis labios acusaban la sequedad del largo viaje entre caminos rurales. La miraba con un deseo que solo iba en aumento, la luz y calor del desierto se sentían en la ventana, pero la sequedad del aire refrescaba en la sombría casa protegida por los escasos árboles que le rodeaban. La casa se encontraba a orilla de camino y parecía olvidada por el tiempo, era más bien pequeña y los adobes la protegían del intenso c

Avecilla pasajera. (Relato Juevero. " Ojos que no ven" 12/08/2021).

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Vuela libando la flor, detenido en el tiempo y el espacio, danzando con sus alas en el viento. Las seduce rozando apenas su infinito, invocando el deseo, robando besos, preparando a sus musas para el acto sexual. La flor se abre recibiendo a su amante, gime lasciva, silente, ansiosa . Abre sus pétalos, pincela su vulva expectante. Él la espera, la  dilación lo motiva, la prorroga, lo excita. Ellos se alimentan del néctar, y su capacidad de sostenerse en un punto fijo, unido a un pico y lengua, que funcionan con una magnífica precisión  , les garantizan acceder a ese néctar sin necesidad de tocar o apoyarse en ellas, no importa lo delicada o inaccesible que sea para otros. Nunca sabré si ese trance tiene, un aura orgiástica. Pero lo cierto, es que él  fertiliza con precisión quirúrgica. Para ello, primero ingresa raudamente, en busca de la cámara de néctar, que está casi en el fondo, provocando jadeos, gemidos, alucinaciones que transportan a su victima al Valhalla del amor, al centro

Piel desnuda. ( A garcía Lorca)

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" Mirando sus ojos me parece que bebo su sangre lentamente..."                Adela, acto II, segunda parte. La casa de Bernarda Alba. La caricia del viento cosquillea sobre su piel, naciendo del vientre una caricia que se mueve como el junco, que apenas roza el agua en un día de primaveral. La piel se eriza al roce de una caricia. Los pezones se despegan de la curvatura de los senos, el vientre se adelgaza, los vellos se levantan y una ligera gota de sudor corre libre por tu cuerpo. El corazón late como el trueno en noche de tormenta, los labios gimen, los ojos se cierran dejándose llevar, por la ola de calor que del fondo de tu vientre nace. Quieres que el tiempo se detenga, que los dedos suaves te acaricien. Sientes morir el amor y despertar el deseo, gimes. Enloquece el vientre, jadeos rítmicos, tu mente se oscurece, sientes que una parte de tu piel se entrega, abriéndose al goce de un capricho. Húmeda, deslizándose dentro de ti, la serpiente despierta los gemidos, tu vi

Tempestad.

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"Dormía... mis manos se deslizaron por sus nalgas, le subí la camisa resbalando por su cintura, acaricie sus senos bajo las suaves telas de seda, mientras, su cuerpo entumecido se estremecía. Se fue acomodando a mis caricias, le excitaba. Con mis dedos fui dibujando la linea que las separaba y rodeando sus pezones, suavemente esculpía sus formas, hasta volver a la lineas de vellos que bajaban por su vientre terminando en su sexo. Los hundí hasta que desaparecieron en la humedad. Sólo sentí escapar un ligero gemido que ronroneaba entre sus labios, su vientre se elevaba levantando su cintura como una ola suave, separé sus piernas para entrar suavemente en ella empapándome de sus húmedas paredes. Gimió delirante entre sabanas negras, mientras sus labios se secaban. Sus gemidos se volvieron gritos, agonía y fue cediendo a los espacios que mi sexo exigía... Luego la muerte súbita la cubría, y sus ojos se cerraron, para presentarse brillantes a los míos, el sol de la mañana los ilumin

Escribir y describir el tiempo ... (relato Juevero)

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¿Como escribir sin describir el tiempo?. Y así nace esta historia, la historia del tiempo. "La piedra labrada por manos de un artesano, puede liberar un alma dormida, esa que a sido suavizada en su  aspereza y en el tiempo. Onix, suave y con la forma perfecta, esa que sería su amante, su deseo, su concilio. Contempla su superficie redondeada a la perfección, un huevo maravilloso que puede recorrer sus entrañas, hasta hacerla renacer entre sus piernas. El largo perfecto.  El sol comienza a alzarse, sobre las cimas, pero no le importa. Tiene tiempo. Tiempo concedido por desafiar al deseo, a los dioses, a los hombres.Tiempo. Ellos no saben, que es lo único que necesita. Recorre con sus dedos cada poro, cada hendidura, cada grieta de su cuerpo despertando el cálido aliento entre sus piernas. Siempre parece igual, pero siempre es distinta. El tiempo, el camino, sus manos han hecho mella en su cuerpo. Descubre nuevas estrías, nuevas muescas. Sonríe de nuevo. Apoya su mejilla, sus senos

El Código.

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Ponce, mi amigo y su mujer María Paz, son una pareja que conocí en vacaciones, invitado por mi amigo a acompañarlos en una playa al norte de Chile. Él, está casi todo el día concentrado en sus acuarelas por ahí y solo aparece de vez en cuando. María Paz, una escultora de aspecto hippie muy extrovertida, sin mucho tiempo que ocupar y mucho dinero que gastar. Sus familias son del sur, de recursos, empresarios de mucha tradición, acomodados y unas vacaciones con ellos sabía que me harían bien, porque no ponen mucho interés en encontrar ningún tipo de trabajo, pese a lo que dicen. Más bien creo que son gente de dinero jugando a ser bohemios una temporada. Lo puedo ver por cómo se comportan, la ropa que llevan, en su actitud de niños consentidos, bien, despreocupados y con estilo descuidado… Cada día comenzaba dando larguísimos paseos por la playa y desayunando con mucha calma. La mayor parte del tiempo lo pasaba con María Paz, ibamos al taller de teñido de telas, a su cabaña a ver las esc