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Piel desnuda. ( A garcía Lorca)

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" Mirando sus ojos me parece que bebo su sangre lentamente..."                Adela, acto II, segunda parte. La casa de Bernarda Alba. La caricia del viento cosquillea sobre su piel, naciendo del vientre una caricia que se mueve como el junco, que apenas roza el agua en un día de primaveral. La piel se eriza al roce de una caricia. Los pezones se despegan de la curvatura de los senos, el vientre se adelgaza, los vellos se levantan y una ligera gota de sudor corre libre por tu cuerpo. El corazón late como el trueno en noche de tormenta, los labios gimen, los ojos se cierran dejándose llevar, por la ola de calor que del fondo de tu vientre nace. Quieres que el tiempo se detenga, que los dedos suaves te acaricien. Sientes morir el amor y despertar el deseo, gimes. Enloquece el vientre, jadeos rítmicos, tu mente se oscurece, sientes que una parte de tu piel se entrega, abriéndose al goce de un capricho. Húmeda, deslizándose dentro de ti, la serpiente despierta los gemidos, tu vi

Tempestad.

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"Dormía... mis manos se deslizaron por sus nalgas, le subí la camisa resbalando por su cintura, acaricie sus senos bajo las suaves telas de seda, mientras, su cuerpo entumecido se estremecía. Se fue acomodando a mis caricias, le excitaba. Con mis dedos fui dibujando la linea que las separaba y rodeando sus pezones, suavemente esculpía sus formas, hasta volver a la lineas de vellos que bajaban por su vientre terminando en su sexo. Los hundí hasta que desaparecieron en la humedad. Sólo sentí escapar un ligero gemido que ronroneaba entre sus labios, su vientre se elevaba levantando su cintura como una ola suave, separé sus piernas para entrar suavemente en ella empapándome de sus húmedas paredes. Gimió delirante entre sabanas negras, mientras sus labios se secaban. Sus gemidos se volvieron gritos, agonía y fue cediendo a los espacios que mi sexo exigía... Luego la muerte súbita la cubría, y sus ojos se cerraron, para presentarse brillantes a los míos, el sol de la mañana los ilumin

Escribir y describir el tiempo ... (relato Juevero)

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¿Como escribir sin describir el tiempo?. Y así nace esta historia, la historia del tiempo. "La piedra labrada por manos de un artesano, puede liberar un alma dormida, esa que a sido suavizada en su  aspereza y en el tiempo. Onix, suave y con la forma perfecta, esa que sería su amante, su deseo, su concilio. Contempla su superficie redondeada a la perfección, un huevo maravilloso que puede recorrer sus entrañas, hasta hacerla renacer entre sus piernas. El largo perfecto.  El sol comienza a alzarse, sobre las cimas, pero no le importa. Tiene tiempo. Tiempo concedido por desafiar al deseo, a los dioses, a los hombres.Tiempo. Ellos no saben, que es lo único que necesita. Recorre con sus dedos cada poro, cada hendidura, cada grieta de su cuerpo despertando el cálido aliento entre sus piernas. Siempre parece igual, pero siempre es distinta. El tiempo, el camino, sus manos han hecho mella en su cuerpo. Descubre nuevas estrías, nuevas muescas. Sonríe de nuevo. Apoya su mejilla, sus senos

El Código.

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Ponce, mi amigo y su mujer María Paz, son una pareja que conocí en vacaciones, invitado por mi amigo a acompañarlos en una playa al norte de Chile. Él, está casi todo el día concentrado en sus acuarelas por ahí y solo aparece de vez en cuando. María Paz, una escultora de aspecto hippie muy extrovertida, sin mucho tiempo que ocupar y mucho dinero que gastar. Sus familias son del sur, de recursos, empresarios de mucha tradición, acomodados y unas vacaciones con ellos sabía que me harían bien, porque no ponen mucho interés en encontrar ningún tipo de trabajo, pese a lo que dicen. Más bien creo que son gente de dinero jugando a ser bohemios una temporada. Lo puedo ver por cómo se comportan, la ropa que llevan, en su actitud de niños consentidos, bien, despreocupados y con estilo descuidado… Cada día comenzaba dando larguísimos paseos por la playa y desayunando con mucha calma. La mayor parte del tiempo lo pasaba con María Paz, ibamos al taller de teñido de telas, a su cabaña a ver las esc

El secuestro

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La luz se encendió, pero sus ojos tardaron unos segundos en acostumbrarse, mientras mis manos subían sus faldas y se deslizaban entre sus piernas, mis dedos se deslizaban dentro de ella. Cuando por fin pudo distinguir algo. Desnudo, atado en una silla, inmóvil, estaba su novio. Tenía la boca amordazada y sus ojos estaban cristalizados de rabia , odio y deseo. La situación le excitaba, y quizás por eso, empezó a sentir el primero de una larga lista de orgasmos mientras miraba a los ojos de su novio atado. Deslice sus bragas por sus piernas hasta dejarlas caer, mientras mis manos rozaban delicadamente su sexo, sin gran esfuerzo fue abriendo las piernas para entregarse a las sensaciones que le causaban mis dedos, jugueteaba con la humedad que emergía desde su interior, su cuerpo vibraba, se estremecía. Cogí su mano, la llevé a mi sexo, mientras bajaba la cremallera de mi pantalón, la erección la estremeció, mientras posaba su mano en él. Acarició cada centímetro de la desconocida piel,

Ansioso ...

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De la nuca a tus senos, hay una distancia de veinte besos; de tus pezones a tu boca una huella de saliva espesa . Suspiras, cuando sigilosa, mi mano se desliza de tu cintura al pubis, apenas rozando un monte espeso, hasta perderse en la humedad de tus piernas. Me empapas el alma con tus cándidos gemidos, y pronto me tienes endulzándome la lengua y el paladar con tu almíbar vaginal. Imitando el aleteo de una mariposa, libando licores primaverales. Me invitas a entrar entre tus piernas. Nuestros cuerpos vestidos de sudor, se anhelan. Morderte y besar el cuello, los hombros, la espalda ; y entre las nalgas, perderme en besos y sabores. Luego apretarme a tus caderas y voltearte para deleitarme con el vello negro color de tu pubis y su interior rubí; Me hacen tirarte hacia la cama, abrirte las piernas, lamerte la vulva y succionar el clítoris. Arde mi sexo hasta fundirme dentro de ti. Me amenazas. Te liberas. Somos más que complicidad; carne y sangre. En cada vaivén de tu pelvis, al estar s

Sonia.

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  A esa edad recuerdo que me masturbaba poniendo una almohada bajo la sabana, me tiraba boca abajo apoyando mi pene contra ella y me movía. No recuerdo si sabía bien sobre agarrar y sacudir, oía a algunos mas grandes en la escuela hablar, pero prefería mi manera.  Mi vecina Sonia, una señora de unos 50 años de edad, con unos pocos kilos demás, siempre que yo salía de mi casa en el cerro con mi mama decía:  - Ay! que grande que esta el chico!- En unos meses mi tía enfermo y mi madre tuvo que ir a cuidarla al hospital y me dejo al cuidado de Sonia.  Ella me hacia la comida, y me dejaba ver la tv hasta que mama volviera. Yo notaba que ella se vestía diferente a mi madre, usaba unas blusas sueltas que dejaban al descubierto sus hombros y el sostén, o blusas un poco ajustadas que marcaban sus senos sin corpiño. Yo la miraba cuando ella no me veía, y enseguida bajaba la vista. Todo era nuevo para mi. Sus conversaciones eran comunes, hasta que me empezó a preguntar por las niñas de mi escuela