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Sonia.

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  A esa edad recuerdo que me masturbaba poniendo una almohada bajo la sabana, me tiraba boca abajo apoyando mi pene contra ella y me movía. No recuerdo si sabía bien sobre agarrar y sacudir, oía a algunos mas grandes en la escuela hablar, pero prefería mi manera.  Mi vecina Sonia, una señora de unos 50 años de edad, con unos pocos kilos demás, siempre que yo salía de mi casa en el cerro con mi mama decía:  - Ay! que grande que esta el chico!- En unos meses mi tía enfermo y mi madre tuvo que ir a cuidarla al hospital y me dejo al cuidado de Sonia.  Ella me hacia la comida, y me dejaba ver la tv hasta que mama volviera. Yo notaba que ella se vestía diferente a mi madre, usaba unas blusas sueltas que dejaban al descubierto sus hombros y el sostén, o blusas un poco ajustadas que marcaban sus senos sin corpiño. Yo la miraba cuando ella no me veía, y enseguida bajaba la vista. Todo era nuevo para mi. Sus conversaciones eran comunes, hasta que me empezó a preguntar por las niñas de mi escuela

El Abismo de Simona.

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Simona levanta su derriére y expone sus nalgas al lento transito de mi excitación; gime, danza en mi cabeza, murmura palabras sucias mientras mi boca muerde delicadamente su oreja. La entrada suave de mi sexo entre sus piernas, crea un abismo del que no se puede regresar. Mis dedos no dejan de resbalar entre sus piernas, gime y sacude su cabeza, mientras sus rodillas buscan la altura que precisa para dejarme entrar. Todo brota desde su alma, los jugos bañan mi piel , la que busca darle espacio a un rose suave que la haga jadear. Mis dedos abren las puertas de su delicado sexo, quién se entrega a mis más oscuros deseos. Embisto, para dejarlo entrar, hasta levantar sus caderas y clavarme, hasta alcanzar su corazón. Balbucea mientras resbalo dentro; animal, brusco y sin sentido, ahogado por la humedad que escapa entre sus piernas... el tiempo parece detenerse sin encontrar el sentido u objetivo que quiere alcanzar, estaba ahí abierta sólo para dejarme entrar. Los movimientos no tiene guía

Septiembre Rojo

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Aun recuerdo cuando tus dedos impacientes, jugaban con los botones de mi pecho mientras enredabas mis vellos , provocando un estallido de lujuria en ese lugar calido y ardiente dónde anido mi deseo. Y cuando las palomas de tus manos inquietas descendían al jardín, buscando tu boca beber la miel de ese empalado tiempo donde se perdían tus labios y tu lengua. Siempre inquieta hasta ahogar la fuerza del deseo, haciendo naufragar mis pensamientos en oleadas de placer y gemidos de pasión, muriendo poco a poco, piel a piel, en el eterno abrazo del deseo. Apoyado en la ventana, mientras me engullías con habido resabio, mientras besabas el sexo erguido que a la deriva se hundía en su promesa... sólo deseaba que siguieras hasta romper la dura repres que me contenía, temblando entre tus dedos, deseando morir sin remedio, soltando el magma que hervía dentro con ganas de llenar tu garganta, de desaparecer entre tus labios sedientos de romper promesas. Mis besos te habían provocado como un juego de

Dos sabores, tres aromas.

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  Divagando siempre entre las piernas de cualquiera, entregado a los panales más dulces. Ahi, entregado a todo, sucubiendo entre temblores, mientras me devoraban como avispas en celo.  Una tarde más. Labios hambrientos queriendo devolver, todos los placeres que ratos les entregaba, mientras las sábanas enredaban nuestros cuerpos. Sudor y humedad empapando todo. El roce de sus labios entregando placeres infernales hasta caer rendido. Sin más calor que el que entraba por la ventana, tibio roce que me lo envolvía todo sin esperar nada a cambio. Copas de vino tiradas sobre la alfombra entregando aún el aroma profundo que nos había embriagado, el sabor intenso que se había pedido entre sus labios. Recorridos tiernos y cálidos sobre la piel endurecida por el habido calor de sus labios. Una boca que se daba tiempo de saborear el cálido sabor que había dejado el vino derramado sobre mi cuerpo. vaivenes sedados por su lengua. Y la saliva que corría por la comisura de sus labios.  Entregado a su

La entrega

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Me detuve a contemplar por algunos instantes su cuerpo, su piel, mientras bailaba desnuda detrás de las cortinas,  jadeando, invitando a la lujuria, que hasta ese instante, había bloqueado en mi cabeza. Estiré las manos para alcanzarla, perdiéndose mis dedos sobre sus caderas, bajando por sus nalgas vestidas de gaza, sintiendo como el sudor de su sexo lo mojaba todo, suavemente, derramando los hilillos espesos que  untaban  mis dedos, dibujando finas y húmedas telarañas.  No había otro camino, no había retorno. No había posibilidad de evitarla, le abrasé a embestidas, que fueron transformando sus gemidos en jadeos, y sus juegos en placeres. Sentí como se retorcía estando yo dentro, como suplicaba, estaba acumulada. Vestida de deseos y fantasías desde que me espiaba hacía tanto tiempo, sin pudor expuesta a mis deseos.  Y entre temblores, y labios apretados, dejó que me perdiera dentro de ella, soltando sus nalgas y suplicando rudeza.  Fui derramándome dentro, como un volcán en erupción,

Un Bicho en la pared.

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 Camino tras de ti siguiendo cada uno de tus pasos, cuando tomas la copa y te diriges al bar llenándola de ese resto de vino que quedó después de la cena. En el camino van quedando los tacos que hacía unos instantes me seducían. Veo como tu mano derecha baja por tu espalda liberando la cremallera del vestido. Abres el escote que esconde besos , dejando flotar tus senos en el vacío y te detienes frente al espejo, los acaricias y sonríes, recordando su mirada perdida entre ellos mientras cenaban. El gesto simple de un beso; y te dices .."Bella".  Te contoneas sin pudor camino a la ventana, dejas caer tu vestido con las cortinas aún abiertas, sabes que desde el edificio del frente, siempre hay ojos curiosos mirando. Tus senos caen libres al espacio, mientras los encaje de tu braga, esconde entre hilos el pudor de lo que acaba de ocurrir. Dejas el collar de perlas en el neceser, dejando caer una a una las perlas que van golpeando sobre la madera, luego la copa al vela

Besos de Sal...

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Sus piernas se separaron y se sentó en  mi boca. Dejó que su sexo cubriera mis labios. El va y ven, se hizo un ritmo cadencioso y morboso, sólo podía escuchar sus gemidos mientras sus muslos rozaban mis orejas. Sus labios dejaban escapar el más profundo de los aromas, el sabor se escapo en mi boca. Bajaba y subía para dejarme tomar aire y decía -Ahora?.- y se volvía a enterrar en mi boca apretando los labios con lascivia. Danzaba entregando toda la calidez que envolvía su lujuria. Los roces se hacían intensos hasta hundirse procurando el suave masaje de mi lengua. La pequeña cabecilla , se mostraba clara y brillosa, surgía roja por la sangre que la llenaba. El movimiento circular de sus caderas, abría sus labios para mostrase más profunda y alcanzable. La dejaba reposar, mientras sus piernas se separaban para sentir más la suavidad de las caricias que mi boca le daban, tensaba sus piernas, separándose a momentos para volver a dejarse caer suavemente. Un beso salado qu