La venus del Espejo.
Amaba la pintura casi tanto, como amaba a las mujeres. No me gustaba la manera en que los visitantes masculinos la miraban boquiabiertos todo el día.
A escondidas la veo mirando al espejo bajo su cuerpo desnudo y su imagen sostenida por cupido. Una cinta malva cuelga en los brazos de cupido, uniendo como grilletes un amor conquistado por la belleza. No es espiritual su rostro, luce excitada. El ambiente es una excusa para una sexualidad estética, muy material, donde el sexo en si se transforma en un juego muy particular, su relación con ella misma. Ella es una apreciación de la belleza que conlleva atracción. Rubens la pintaría con exquisitas formas redondeadas, Velázquez, como una figura femenina más delgada. Ambos la pintarían acompañada de Cupido melancólico, la llamarían "La venus del espejo". La excitada imagen que devolvía el espejo, se uniría a una danza de sus dedos en la abertura más húmeda y escarlata que la haría sucumbir al juego. El espejo empañado por el calor de la danza, dibujaba aureolas entre sus senos abiertos y agitados, la hacía temblar de pies y manos, transpirar deseo entre las imágenes desfiguradas por el calor. Su espalda se quebraba entre gemidos, que más parecían, graznidos de una garza herida, desfigurada por la pasión del juego.
Delicadas gotas empezaron a caer opacando el brillo del espejo, devolviendo una figura celestial que se batía entre el cielo y el infierno, sin excusas , sin perdones que solicitar a nadie, sino más, que a su misma energía. Los minutos se hicieron eternos e infinitos, el juego de sus dedos era implacable, y yo me perdía en la aurora que se creaba entre vapores y aromas exquisitos que salían despedidos al aire perfumando la habitación. Luego del ultimo graznido, se vino el intenso silencio, mientras que su cuerpo caía en el aire uniendo las dos vidas, la física y la del espejo. Nadie encontraría la diferencia entre un alma y la otra, nadie sabría el secreto que tantas veces escondería el espejo. Yo y mis ojos seríamos los únicos testigos de aquella gran obra de arte que ni Rubens ni Velázquez jamás pintarían.
Juan de Marco para un jueves entre espejos.
Comentarios
Un abrazo.
Un abrazo.
PATRICIA F.
Una preciosidad de relato.
Un beso
Abrazooo
Tal vez haya espiritualidad en el deseo. Y tal vez ella, la mujer de la pintura, esté fascinada por su imagen, sienta deseo por ella misma.
Fasciante la imagen, tan sensual. Acompaña bien a lo que escribiste.
Saludos.
Millones de gracias, una vez más, por tus aportes, Gustab.
Besos.