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Choque de Caireles. (relato de jueves. "Pricipio sugerido")

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"Tembló el suelo y vio como la lámpara se movía haciendo chocar unos con otros los delicados caireles de cristal." Cuando nos encontramos, una violencia, que la razón no entiende, deja de controlar, anima nuestras almas, ya esos sexos, tienden al estallido y súbitamente, emerge la excitación en nuestros corazones trémulos, invitándonos a dejarse llevar por la tormenta en nuestras cabezas. El movimiento de la carne excede un límite en ausencia de la voluntad. La carne es en nosotros, ese exceso que se opone a la ley de la decencia. A esa voluntad reflexiva, la suceden los movimientos animales de esos órganos hinchados de sangre. La levante contra la pared, tirando al piso unos cuadros y fui ubicándola con una rara y maniática precisión, hasta que di con la altura que buscaba. Después de quedarme quieto un segundo, la penetre con una única, larga y lenta embestida. Ella, como muerta, se dejó hacer. La cogí con la paciencia de un orfebre, las mismas que había invertido a lo lar

Vulvar.

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Tu desnudez mirada desde el triangulo desde el que te miro, isósceles perfecto, exudando, mientras mi cabeza yace atrapada entre tus piernas.  Tu desnuda, colmena de enjambres, hervidero alveolar, madriguera goteando en mi boca, avispero de esquirlas clavándose en mis labios.... Obscena y lasciva, abre tus ángulos para extraviarme en tu hoguera humeante y desnuda. Lucía escondida bajo las bragas, fresca, delicadamente rasurada, humedecida de besos, emanando tus aromas, germinando de humedad. Gire tu caderas deambulando entre tus nalgas. Me deslice suavemente entre ellas, deleitandome, saboreando cada rincón, procurando no acercarme a tus belfos empapados, hasta que estuvieras preparada para entregarlo todo. Al sentir escapar el silente gemido, hundí mi lengua descarnando la tibia alameda, cerrada y voluptuosa de vertientes, hasta desbordarte en gimoteos y converte en jadeos.... sólo el fondo sería el límite. Tus piernas se abrieron de par en par, dejándote engullir, mientras sujetabas

Alas de Mariposa

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 En el silencio del sueño, vuela una mariposa oscura y callada buscando la luz, y cuando la encuentra, vuela a su alrededor protegiéndola de aquellos que luchan por apagarla. Danzan como hadas vertiendo su tranquilidad... son las musas que alimentan nuestras plumas como tintas de colores. Luego, vendrán las letras... escribiendo sortilegios y hechizos de amor llenando las paginas que antes estaban desnudas. Juan de Marco

Disoluta. (Relato juevero para Demi)

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“Hay noches en que los lobos están en silencio y solo la luna aúlla”. George Carlin. Apareció vestida de gasas verde olivo, donde su figura se dibujaba perfecta, mostrando toda su belleza, de una mirada intensa de verdes y amarillos, tan fija y profunda como el abismo que la habitaba. Sus senos esculpidos se dibujaban agudos y adornados de oscuros casquillos brillando en el jugo transparente del néctar que escapaba de ellos. De entre ellos, caía un largo collar de perlas que bajaba acariciando su piel abismalmente bella.  Las perlas jugueteaban con las forma de su vientre, bailando sobre su ombligo, para perderse entre sus piernas maravillosamente esculpidas, hundiéndose en su vulva, hasta perderse todo el vestigio de sensaciones que provocaban para emerger entre sus nalgas, hacia sus caderas, donde dos delicados hilos de seda las sujetaban a su cintura.  Cada paso, las perlas se dibujaban y movían acariciando el interior de su sexo, invitándolas a bailar en su interior, causando lige

Graciela. (las siete citas)

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"Una buena chica conoce sus límites. Una mujer inteligente, sabe que no tiene ninguno" Marlyn Monroe.- Dejándome llevar, deslice una mano bajo su camiseta y acaricie suavemente uno de sus senos. Sentí como su casquillo crecía endureciéndose entre mis dedos, emergía como el botón de una rosa, suave y delicado, soltando pequeñas gotas transparentes, mi boca se iba perdiendo en su cuello, gemía de placer mientras le recorría humedeciendo su piel.  Ella bajaba su mano hasta alcanzar mi sexo con ansioso temblor dejando que sus dedos lo dibujaran sobre las telas del pantalón.  Ardía en deseos de hacer el amor con ella, pero preferí que ella llevara la batuta retorciendo los bronces entre sus labios, que fuera ella la que diera el primer paso y así fue. Desprendió los botones de su blusa, dejando libre los delicados senos que ya había acariciado con mis dedos. Se sentó a horc

Ave pasajera. (cada jueves un relato)

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"¿Habéis oído cantar un pájaro en la noche? Suele ocurrir que un rayo de luna, un rayo levemente dorado, derramándose por entre el misterio del follaje, alcanza la rama donde se acurruca el avecita dormida, y la despierta. No es el alba, como imagina el ave. Pero ella canta..." Eduardo Barrios. (El niño que enloquecio de amor) Nunca vio mi silueta tendida en el sofá, más su mente, me traía dibujado en sus dedos, boceteando el recorrido de mis manos multiplicadas por sus senos turgentes y sedosos que disparaban la dura belleza de sus senos coronandolos con el suave pellizco de mis dedos en sus oscuros pezones, los que temblaban libres al viento que acompañarían su vuelo simbólico alentados por su excitada imaginación. Sus manos bajaron caprichosas pintando mi rostro y mi lengua deslizándose por su vientre tembloroso hasta perderse en la enmarañosa vulva escondida entre sus vellos crespos y mojados. Tan desnuda como había salido del baño, se tendió entre las suaves sabanas revu

A Don Juan De Marco.

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Él vagaba con la mirada perdida orillando el mar, queriendo encontrar respuestas a la vida, y solucionar su existencia... Divagaba entre cuerpos desnudos, regalando caricias y orgasmos, dejando que sus dedos rozaran el agua, agachándose de vez en vez, como silueteando los cuerpos que se deshacían tras sus caricias. El viento en su cara curtía los años de di-vagante erotismo filosofal. Él Descifraba las miradas y sonrisas que le regalaban al pasar, era la magia de sus fantasías y el fin de sus sueños que debían realizar. Ceñía con sus dedos el ala de su sombrero, como los cóncavos recovecos de la vulva de una mujer. Su sensual mirada las hacía hervir al pasar, despertando infiernos y demonios en sus vibrantes vientres de luz, mientras las coronillas de sus senos se endurecían ocultos entre escotes, la humedad que las habitaba, el secreto que nunca iban a revelar, él era la fantasía que las debía despertar. Rodrigo Fúster