Ave pasajera.
Eduardo Barrios. (El niño que enloquecio de amor) Nunca vio mi silueta tendida en el sofá, más su mente, me traía dibujado en sus dedos, boceteando el recorrido de mis manos multiplicadas por sus senos turgentes y sedosos que disparaban la dura belleza de sus senos coronandolos con el suave pellizco de mis dedos en sus oscuros pezones, los que temblaban libres al viento que acompañarían su vuelo simbólico alentados por su excitada imaginación. Sus manos bajaron caprichosas pintando mi rostro y mi lengua deslizándose por su vientre tembloroso hasta perderse en la enmarañosa vulva escondida entre sus vellos crespos y mojados. Tan desnuda como había salido del baño, se tendió entre las suaves sabanas revueltas en su cama de altos respaldos.Sus dedos fueron pincelando de colores el plumaje encendido despertando su piel mojada oleando temblores. Su piel, como el plumaje de un ave al copular, despertó gemidos suaves, inaudibles para el silvido del viento que abría sus alas acompasando el ritmo de sus manos... yo estaba convertido en el viento que creaba el impulso simbólico del vuelo, clamando porque sus piernas se separaran guiada por mis pensamientos. En suave ademán, su sexo abierto y desnudo, empezaba a sumir miel que nacían justo en la parte más profunda de su ser, provocando el más intenso de los relatos escrito para ella. Sus dedos brillaban al reflejarse en sus jugos y al caer la luz de las llamas reflejadas de la chimenea robados por las yemas de sus dedos. Se juntaban en un juego de armonía única y fugaz, para levantar sus caderas a cada embestida juguetona de sus dedos. Luego sus gemidos se hicieron intensos, y sus labios inferiores exhumaron toda el agua de luna entre sus jadeos encendida por las más oscuras pasiones... Tomando vida, sus alas, la transportaron en el vuelo espeso de la habitación, hasta quedar tendido en su cama y enredada entre sus piernas. Y así me fundí con ella, entre sus piernas, desde mi rincón, lamiendo cada gota que de su piel arrancaba, para caer suavemente en mi boca, me hundía en su oscura y concava morada que habían abierto sus dedos para mi.... Me levanté del sillón y me escurrí entre las sábanas,la bebí lentamente, sentí como se abrían sus alas danzantes bajo su vientre y mi lengua embadurnaba de sus néctares, y no me detuve hasta verla emprender su gran vuelo jadeando de placer y fundida a mi boca. Juan De Marco Continúa el estracto... "...No obstante, avecitas hay, inquietas y frágiles, para quienes el rayo de luna tiene un poder de sortilegio. Y tras de cantar, saltan aturdidas y vuelan... se pierden pronto en la obscuridad, o se ahogan en un lago iluminado por el pálido rayo de oro, o se rompen el pecho contra las espinas del mismo rosal florido que, horas después, pudo escucharles sus mejores trinos y encender sus más delirantes alegrías. " Eduardo Barrios. (El niño que enloquecio de amor) |
Comentarios
Un abrazo
Juan de Marco
Saludos jueveros Rodrigo.
Un abrazo y muy feliz semana.
Feliz fin de semana.
Un beso.