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Gozo

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Quedamos amarrados en el placer de un delicado y cadencioso movimiento, como entregándonos al placer de sentir y estar, mientras entraba y salía , disfrutando ambos de sentirse poseer y poseído en el más exquisito de los placeres, el de someter y someterse ante el placer del otro, suspendidos en el ser y gozar , sin pudor alguno. En silencio, nos vestimos mirándonos uno al otro como cómplices , amantes y dichosos de interpretarnos. Luego un apasionado beso de despedida, guardando el silencio, y dejando para después nuestras desavenencias, para que nada de lo que habíamos hecho se perdiera en ese mágico y exquisito momento. Juan De Marco

El rincón.

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Ese rincón oscuro y fuente de los deseos de los más lujuriosos y excitantes pensamientos. Separé sus nalgas dejando que mi lengua la hiciera arder hasta perder la razón y porqué no decirlo, entrar en el más encendido infierno. Bese hasta que ella rogó que saliera de ahí, y sin hacer juicio, dejé que mi lengua le rodeara, pasando suavemente por su rugosa textura, hasta hacerla tragar todos sus ruegos , que sin pudor , ahora se entregaban al juego más sucio, pero excitante que una mujer pueda entregar. La tarde de invierno caía tras las cortinas, donde ya el ver, se hacía trabajoso, pero el sentir, emocionante. Juan de Marco

Pulsos

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Mi boca buscaba en círculos su sexo. Sus gemidos llenaban la habitación, apretaba sus húmedos labios… Me detuve queriendo eternizar el  momento, sabía que ella lo necesitaba . Aquellos corcoveos en su espalda, la tenso de sus nalgas. Se apretaba a mí, empujando sus caderas con furia, deteniendo el tiempo y el espacio. Solté sus caderas y permanecí quieto en silencio, mientras sus gemidos pausaban las olas en su espalda. La cogí de las piernas, dejándola boca abajo sobre la mesa. Las nalgadas cayeron sobre sus glúteos despertando sus frenéticos jadeos. Luego la suavidad de la caricia hizo que sus labios susurraran, rogando seguir, mientras sus lágrimas asomaban en sus ojos La tomé con fuerza, subiéndola de las caderas, para dejarla de rodillas. La tomé de sus cabellos enrollando su coleta en mi puño, como si fueran riendas enterrándome en ella, embistiendo hasta lanzarla al abismo, dejando su cabeza en blanco. Le abrí las piernas para embestir profundamente golpeándole con mis caderas

Entregada.

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Cuando sentí que su boca se abrió reclamando placer y sus piernas chorreaban, la di vuelta hacia el espejo y entré lentamente entre sus carnes sacando lágrimas de sus ojos,  la embestí profundamente, mientras ella miraba en el espejo, su rostro desfigurado de deseo, aplastado por el placer.  Abrió la boca para intentar decir algo, pero sus palabras no llegaron a salir, el aire se agolpaba en su pecho, la excitación no le dejaba decir nada , sólo hacía temblar sus labios. No tenía fuerzas para moverse. Su voluntad ya no existía. Su mente ya no era suya. Su sumisión era completa. Sus nalgas empinadas se ofrecían en sacrificio... perforé entre sus piernas , dejé escapar un último gemido, hasta mutar entre sus mareas. Todo se volvió agua, y de sus piernas nacieron vertientes, hasta desaparecer entre ellas, dejando la última gota dentro de ella. Juan De Marco

Caudales

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La tendí sobre el colchón, y entré con mi rostro entre sus piernas apenas rozando su sexo, estaba húmeda, extasiada por mi deseo… hasta que alcancé su botón de seda, el que se fue hinchando al chasquido de mi lengua y labios. Le vi crecer, le sentí mojarse, sentí como su sexo se convertía en caudales, empujaba para que yo pudiera profundizar aún más en su sexo, no dándose respiro. Su fragancia era intensa y su sabor empalagoso, pero tan suave como jamás le habría podido adivinar. Su vientre se batía entre contracciones,su voz parecía desaparecer a ratos, y sus senos al masaje de mis manos, se fueron endureciendo, creando una locura, mientras mis dedos torneaban sus pezones endurecidos para soltarlos y estirarlos suavemente mientras crecían duros entre mis dedos. Mi boca buscaba separar y entrar más adentro. Ella jadeaba y gemía hasta las lágrimas, mientras su corazón amenazaba con escapar entre sus senos… su vientre era una serpiente enloquecida, que no dejaba de contraerse ante las la

Te preguntas...

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Sus labios besaron mi sexo erecto y vibrante. Su lengua buscando el sabor más intenso en mi piel. El pubis bañado de ella, el suyo, suave entre mis labios. Sujeté sus caderas con mis manos , mientras me hundía en sus carnes, serpenteando mi lengua con pausa y su vientre agitado diciendo que me sentía dentro, mientras mi lengua buscaba el último rincón... que fragancia sublime tiene su cuerpo cuando acaba entregándose a los juegos de mi boca. Un día estás desnuda frente a mi, preguntándote porqué?. Mis manos y dedos se sostienen a tus caderas, mi ojos miran fijo a tu sexo desnudo. Te volverás a preguntar, mientras mi boca se acerca a ti hundiéndose entre tus labios donde los arroyos se vuelven cause, desnudando tus deseos....tus vellos enredados en mi nariz bañados por torrentes de zumos efervescentes. Mirando al cielo te volverás a preguntar, - ¿qué hago aquí con mi sexo entregado a sus juegos?-, mientras tus labios bajos irán soltando su perfume; húmedo, destilando entre gemidos y te

La última copa. (relato Juevero de Inma)

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Cuando quedamos solos, me invitó a una última copa y nos sentamos guardando las distancias.  Esa noche, tenía el convencimiento que debía marcharme, que aquello era una encerrona y que no podía terminar bien, pero no pude hacerlo. Aunque estaba decidido a dejarla el calor de hogar pudo más que el resentimiento.  Estábamos conversando, cuando apoyó su cabeza en el respaldo del sofá y solo sé que sus labios se entreabrían jugueteando con la lengua, chasqueando el aire, incitando a los míos a seguirla el juego de cerca. Mi boca se enterró en sus labios, empezamos a acariciarnos, a sentirnos , y ya no pudimos parar. Aquel beso se convirtió en pasión, en una extraña conexión que encendió la hoguera. Me subí encima, para poder mirarle a los ojos mientras le besaba.  Sus delicadas manos agarrando mis nalgas, dibujando mi cuerpo, al tiempo que con un movimiento acompasado marcaban el ritmo que ella deseaba que siguieran mis caderas. Noté sus manos escarbando entre los botones de mi camisa y d