El Valhalla
El insomnio cubre mi ventana y me acerco para sentir el aire de la noche acariciar mi cuerpo desnudo. La cuarentena me encarcela a merced de mi locura. Si desnudo frente a mi ventana, imaginando más allá de la oscuridad, atravesando edificios y cordones rocosos hasta alcanzar el mar más allá de la montaña. Un mar teñido de rojo, con grandes olas, empujando las barcas de los vikingos que se acercan amenazando las almas que no pueden dormir. Freya cabalgaba sobre las olas para elegirme entre los guerreros para conocer los placeres y conducirme al Valhalla. Un enorme y majestuoso salón. Sus largas trenzas blancas caían sobre si pecho, acariciando y haciendo temblar mi cuerpo hasta sentirla tocar mi sexo. Unas manos que no dejaban de recorrer cada rincón de piel, para erguirla entre sus dedos, la humedad de sus besos despertando mis deseos. Alzaba mi sexo para empuñarlo como una espada. Para sorber el agua miel de mi cuerpo, y beber de él, saciando su sed, para engullir entre