La cópula.

Con la mirada perdida orillando el mar, queriendo solucionar la vida... Divagando entre cuerpos desnudos, dejando que mis dedos rozaran el agua agachándose de vez en vez, como silueteando esos cuerpos que se iban entregando cargados de deseo a mi presencia . El viento en mi rostro,  mirando al horizonte. Desnudando miradas y sonrisas que me regalaban al pasar. Arreglando mi entrepierna tras cada mirada, acariciando , escondiendo la emergente figura tras las telas de mi pantalón, ocultando la humedad que me invadía.
En tanto una sonrisa que disimulaba mi excitación. Pensaba en las damas que me acosaban queriendo obtener un buen rato de placer, suspendiendo en el aire el tiempo que me ocuparían, que mas podrían pedir.
 Les atraía mi cabizbaja mirada que seguía y contaba los pasos. Me imaginaban desnudo paseándome frente a ellas sin pudor ni vergüenza, les gustaba la caricia  de mis ojos sobre su piel, les invitaba a desnudarse y entregarse sin preguntas... No era de nadie y era de todas, pero no querían compartirme. Las atrapaba en la cárcel de deseo y en palabras envolventes que ellas sabían que jamas compartirían, no tenía sentido. 
Único, hipnótico, mágico, pero básico en esencia, nunca aceptaría ser civilizado, era salvaje por naturaleza y debían aceptarlo.
Enredado entre las sábanas que ellas desordenaban, mojados nuestros cuerpos, extasiadas y seducidas... así me pensaban y buscaban para hacer que ardiera en su infierno. Bebiendo de ellas, entre sus piernas, insaciables, agitadas por sus dedos, fundidas por mi descaro, sin vergüenzas ni pudores, sometido a sus instintos.
Abren sus alas para recibirme y se dejan copular. Ríen para terminar con los ojos cerrados, gimiendo y jadeando. Respiran mi sudor , beben de mi cáliz saboreando el néctar que se les ofrece. Copulan entre las estrellas y la energía que les envuelve. Se entregan para renacer entre sus deseos. Luego una luz les cubre calentándolas por dentro... respiran, ceden y vuelven a bajar para recoger las lagrimas que al borde de la copa siguen saliendo quedando prendidas en el aire, se dejan acariciar por mis labios mientras disfruto de la suavidad de su piel, de la miel que les recoge y funde.
Vuelve a salir el sol, sus cuerpos se iluminan, las observo para salir en silencio, esperando a que vuelvan a renacer de entre las cenizas.
Nuevamente el aire golpea mi cara, y respiro la libertad de ser yo.


Don Juan de Marco.

Comentarios

Mujer de Negro ha dicho que…
El vuelo libre tiene esa magia y ese misticismo, si lo atrapáramos y encarceláramos perdería su luz, dejaría de existir lo que nos hechiza 😗
Monica ha dicho que…
me gusta tu versión de macho, de dispensador de placeres

me gusta que otorgues buenos ratos a las aves que crucen por tus vuelos

y se te echa de menos!

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