Ocaso de Luna


A la hora de amar con la carne y el sudor evaporizándose en sus cuerpos...

No importa donde,
 No importa a quién,

lo importante es el placer.
Renovar cada impulso.
Volver al mismo húmedo lugar dónde se esconden
los más exquisitos y mojados placeres,
Sentir latir y pulsar el sexo dentro de ellas.
Quitar lo que no ayuda, reemplazarlo por lo que  crece.
Lavarse los dedos en su interior y la cara con néctares transparentes y de textura suave.
Pensar.... Sentir,
Que uno es tan capaz de satisfacer en este universo placebo y femenino,
Que no hay mas vidas que esta y es nuestro derecho vivirla con pasiones infinitas
sudando entre sus piernas y suavizando nuestros rostros untados en sus orgasmos.
no pedir perdón.
Aceptarlo.
Levantarlas de las caderas para entrar en vilo, hacerlas volar
  Muy alto, y gozar todos sus benditos flujos mojando nuestros labios.
Volver al mar en que ellas nos cobijan.
envolvernos de mil maneras, adheridos a sus carnes, perdiéndonos en sus rincones, humedecidos por nuestros dedos, después de haberlas acariciado y bebido por dentro.
Y desde ese mismo punto....
retomar los pasos y fallecer entre sus piernas apretadas por los temblores y jadeos acompasados por gemidos, mojadas por dentro con las furiosas mareas derramadas por nuestros sexos, turgentes, duros y palpitantes, ahogándonos en cada embestida bruta y masculina como un ocaso de luna,
despidiendo el día.. 
Don Juan De Marco, diluyéndose en orgasmos.


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