Todo en ti se volvía poema...

Deseaba tocarte, tomarte entre mis brazos, y hacerte mi mujer una vez más. Al entrar en el cuarto todo estaba en silencio. Las fragancias de nuestros cuerpos inundaban el aire, almendras e inciensos, se tomaban el espacio. La brisa marina luchaba por apoderarse de todo, pero el olor de nuestras pasiones finalmente le arrebataba su lugar. Todo estaba a media luz, por la ventana sólo algunos rayos sobrevivientes del atardecer se colaban por las cortinas de gasa. Al acercarme a nuestra cama, pude ver como un rayo de sol, todavía acariciaba tu piel, las sabanas dividían tu cuerpo en dos, por un lado tu espalda desnuda, y por el otro, tus nalgas acariciadas por el sol. Una tremenda sensación se apoderó de mi mente, apoyándome en la cama, besé tu espalda desnuda, mientras mi mano se apoderaba de tus nalgas, quitando las manos del sol.
No despertabas de tu somnolencia, y tu cuerpo temblaba al roce de mi mano, mientras mis labios se daban un banquete con el sudor que corría por tu piel. Te acomodaste reclamando tu espacio entre ronquidos. Me levanté para desnudarme, y cuando lo había hecho, me recosté a tu lado procurando no molestarte, mientras mis ojos disfrutaban de tu cuerpo límpido y desnudo.
Me acerqué para disfrutar de tus fragancias naturales. Tu sudor, tus senos empapados en perfume, tus nalgas redondas que guardaban la fragancia del calor del día, todo en ti se volvía poema, cada rincón de tu cuerpo era un verso a la lujuria y la sensualidad. Me encanta tu olor. Nuevamente mis labios recorrieron tu cuerpo, mientras mi nariz se hundía entre los pliegues de tu piel, arrogante, suave y sudorosa.
Al despertar, con tus ojos semicerrados recorriste mi cuerpo, y pasando tus manos por mi pecho, me arrimaste a ti, colgándote de mis labios, como suplicante espera que se había gestado durante el día. Mis manos no se hicieron esperar, y tomándote de las caderas, te monte sobre mí. El gozo se iba dibujando en tu rostro, y tus piernas no demoraron en abrirse para disfrutar de la suave dureza de mi piel, suavemente lo deslizaste dentro de ti, y tomando un ritmo cansino, dejaste que tu boca gimiera temblorosa de deseo mordiendo los labios con expresión apasionada, cada gesto de tu cara me excitaba y ponía a mil. Mi vientre no demoró en tomar el compás del tuyo, y resbalando por el cause de tu deseo, se dejó violar entre contracciones. No dejaba de rogar, sólo pedía que aumentaras la presión, hundiéndome en ti. Tus nalgas redondas tiritaban al compás de tus movimientos, mientras mis manos te apresaban entre las sabanas. Cada caricia era un gemido de dolor y placer, contenía mi cuerpo para que no explotara en orgasmo, pero tu boca pedía a gritos la crucifixión, y aumentando el infernal ritmo te
apretabas cada vez más a mi, aumentando la presión y ordenando con rabia mi eyaculación, el deseo perturbaba tus sentidos, y cada vez te golpeabas con más pasión sobre mi, rugiendo entre gemidos, esclavizando mi deseo al ritmo que tu querías, y no paraste hasta hacerme explotar, mientras mordías los pezones de mi pecho y enterrabas tus uñas en mi piel, vencido por tu excitación me entregué a tus designios, y sin poder controlar mi cuerpo, me quebré entre convulsiones que no cesaron hasta escucharte gritar entregándote a tu éxtasis irrefrenable por el deseo que ardía en ti.
Caíste sobre mi cuerpo, para dormitar entre temblores, y juntos dejamos que nos cubriera la noche, entre palabras sin sentido y llenas de amor.

Juan De Marco

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Recuerdo esa noche, recuerdo ese cuarto frente al mar...


A.
Rodrigo Fúster ha dicho que…
Dime quién eres anónimo, y volveré a tus brazos.
Anónimo ha dicho que…
Ya sabes quien soy, vuelve a mi, llévame a nuestro cuarto esta noche y las veces que tú cuerpo me necesite.
Cuando la noche calle y solo se escuchen nuestros gemidos, cuando el frío desaparezca y solo te envuelva la pasión, vuelve a mi.
Solo ven y vuelve a mi, resplandor que vive fósil en tu alma, no quiero rencor, solo ven y vuelve a mi.
Tú que sientes penas de acero, tú que sientes paz al desear, tú que sientes el alma volar, solo ven y vuelve a mi.

A.

Anónimo ha dicho que…
Soy eso que late en tu sexo cada vez que me recuerdas.
Ahora yo te suplico mientras mis dedos te recuerdan que vuelvas a abrir ese cuarto y volvamos ahí cada vez que el deseo nos haga recordar.
Tiemblo en este preciso instante, casi a un jadeo del orgasmo por ti, te deseo mil veces y las mil veces te maldigo y me maldigo. Estoy desnuda frente a ti, con mis dedos entre mis piernas, jadeando y sudando.
Cuanto de deseo ahora, te invoco cual demonio a que me penetres y a la vez me exorcises de una buena vez. Te deseo...

Ayanay

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