Emociones vivas.
Estábamos en la sala de espera, uno frente al otro; Nuestras miradas subían y bajaban evitando encontrarse. Sólo podía mirar sus largas piernas apretadas por una corta falda como si estuvieran en un escaparate. No me di cuenta cuando mi mirada se perdió entre sus piernas que empezaron a moverse nerviosamente, mientras su mirada se alejaba perdiéndose en el espejo sobre mi cabeza.
Sus talones golpeaban el piso repetidamente en un temblor incontrolable. Sus emociones convergían aflorando desde su vientre al centro de su estructura asimilando una escultura griega, nada podía ser más perfecto. Sus ojos miraban al cielo extraviados en sus pensamientos.... ¿Qué emergía de ella?, ¿Qué misterios ocultaría detrás de esa inquietud ?.
Entonces se volvió una estrella; sus muslos se apretaban y abrían sacudiéndose suavemente entre ellos hasta ver la fina tela que los separaba. Su textura sedosa le acusaba, mientras se perdía mar adentro.
Al mirarla imaginé una mariposa en nervioso vuelo, mientras la tela se humedecía tornándose oscura. Sus agitadas piernas se atrapaban como abrazos de fuego, subiendo la vista que se perdía en el techo. Las pausas se volvieron intensas; Cada abrazo la hacía comprimirse hasta cerrar los ojos por instantes. La humedad en la seda se extendía y en cada movimiento, parecía hundirse hasta dejar a la vista sus labios sinuosos fuera de los encajes inflamados por el frenesí de esa danza erótica y excitante.
Sentí que entre mis piernas se abultaba lo incontrolable, mientras ella parecía gemir en silencios. Con la comisura de sus labios entre abiertos mordía con el labio superior el otro que se hundía entre sus dientes. No habías pausas ni pudor, ni rubores que la hicieran detenerse.
Mi vista fija en su entrepierna me hacía presumir el orgasmo que se venía; hasta que su cintura no pudo evitar el peso cayendo sobre sus rodillas y sacudiéndose mientras jadeaba, soltando el zumo sobre la superficie de sitial que recogía su humedad, mientras se deshacía entre temblores apretando y soltando sus rodillas para terminar cerrando el telón mientras sus ojos permanecían cerrados y sus caderas azotaban el respaldo contra el muro... Quedó en un abismo por un largo rato, hasta que su vista se alzó fijándose en la mía. Las telas de mi pantalón acusaron mi lujuria en su mirada.
Sonó el altavoz y sin cruzar palabras, se levantó para entrar en la consulta donde su doctor la esperaba.
Juan De Marco.
Comentarios