La fragua.
Ella prepara un sahumerio de hiervas, resinas y flores secas que quema produciendo un humo aromático, purificando la energía que la habita y que arde en su interior atrayendo buena vibra y buscando liberarlo todo, creando una atmósfera de armonía, empezando un ritual sin retorno, pensando que su cuerpo lo necesita en ese preciso momento que el deseo se retuerce dentro de ella.
Echa el pestillo de un modo compulsivo, nadie la espía, ni abre la puerta sin llamar, ni la señala con el dedo acusador condenándola por el noveno mandamiento que se ha enraizado en su cerebro y se extiende por sus venas invadiéndolo todo. Nadie la asusta con la amenaza de las llamas eternas; Su bebé duerme tranquilo y un ángel vela sus sueños, ahora esta sola.
Apaga la luz, se tiende en la cama con el camisón abierto... desnuda, el pudor se evapora, ahora es libre y se toca bajo las mantas, gime hondo... cierra sus ojos y la fantasía del hombre con barba, se desliza sobre ella.
La boca que la besa, los dientes que la muerden, las manos que la acarician esculpiendo sus formas, guían las suyas por encima de su piel; Una aprieta los senos de erectos casquillos, la otra husmea por debajo de las bragas humedeciéndolo todo... Y se abre, mientras sus dedos juegan con el vello rizado separando los labios, un dedo pulsa el botón de la flor que vibra abierto, erecto enquistado entre los pétalos ya abiertos por la fragua que se enciende... En ella, el interior cálido que palpita acogiendo sus dedos mientras se mueven despacio, libres... demorándose en cada pliegue y luego se aceleran hasta que el placer la invade, de prisa, de prisa , convulsionando, mientras los dientes muerden sus labios ahogando sus jadeos y gemidos salvajes... luego, el silencio lo esconde todo.
El fruto de su pecado se ha convertido en pulpa y jugo mojándolo todo, humedeciendo sus dedos, su rizados vellos, sus muslos... Su grito mudo empapa las bragas de seda entibiando el sol que entra por la ventana.
Juan De Marco
Palabras de fuego con Rebeca
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