«...desgarrado entre la voluntad y la carne, entre el orden del mundo y los imperativos de su existencia, entre lo divino que no alcanza a comprender y los sentimientos capaces de transportarle más allá de sí mismo...».
(Ovideo, el arte de Amar)
Se agita en nosotros este semen que robustece nuestros miembros en la edad adulta. Tan pronto como éste sale arrojado de sus asientos, a través de miembros y órganos, se retira de todo el cuerpo reuniéndose en determinados lugares de los nervios y excita al punto las partes genitales mismas del cuerpo. Al fin, cuando se ha precipitado fuera de los nervios la pasión acumulada, se produce una pequeña pausa del violento ardor por poco tiempo. Luego vuelve la misma locura y retorna aquel furor, cuando ellos mismos se preguntan qué desean alcanzar, y no pueden encontrar el medio que venza este mal: hasta tal punto inseguros se consumen en su herida oculta. No vi nada que no fuera elogiable...
... y desnuda la apreté contra mi cuerpo,
sutil llama recorre mis miembros,
los dos oídos me zumban con su propio tintineo
y una doble noche cubre mis ojos.
Brillaron de verdad para mi soles luminosos.
¿Quién desconoce el resto? ...
Fatigados los dos nos entregamos al reposo.
En cuanto te miro Lesbia,
mi garganta queda sin voz,
mi lengua se paraliza.
Odio y amo. ¿Por qué es así, me preguntas?
No lo sé, pero siento que es así y me atormento.
¡Adiós, amor!...
(Ovideo, el arte de Amar)
No cabe hablar del pudor, si la historia es testigo; el amor es, antes que nada, deseo. En latín, amare, amar, significa ser el amante o la amante de alguien. El placer queda convertido en amor, y éste, en ternura, que acaba por unir a los amantes en un olvido de sí mismos.
Poco a poco, Ovidio descubre y revela a sus lectores que al amor, si sabe conjugar armoniosamente la ternura y el deseo, basta para llenar toda una vida y para crear entre dos seres un vínculo perdurable.
Dicho brevemente: la felicidad es finalmente alcanzada por el hecho de amar y sentirse amado...
Juan de Marco.
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