Los rostros de Chagall..

Cruzaba el puente peatonal sobre el río, miles de candados colgaban de él, amenazaban con llevarse
la estructura al río. Al apoyarme en el barandal, mis ojos se perdieron entre las corrientes de agua que formaba el río. Una sensación de abismo se formaba entre él y mis ojos, creando esporádicos mareos. Parecía que la ciudad desaparecía entre las oscuras aguas, me llamaban a saltar a saltar. Un día feriado y sólo. Hasta que unos delicados dedos dibujaron mis nalgas, y uno de ellos se perdía entre la linea que las dividía. Una suave y sensual voz sugería un saludo que me despertó del trance:
- Hola extraño. Invitan a saltar eh?
Al voltear la vista, una exquisita sonrisa y chispeante mirada, sonreía invitándome a escapar de ese estado. Me tomó la mano y me preguntó como me llamaba,,, de ahí todo fluyó.
Sus faldas eran tan cortas y juguetonas, que cada vez que giraba arrimándose al barandal, giraban dejándome ver algo más que sus blancas y dibujadas piernas. Se acerca mi cumpleaños y pronto cumpliré 55 años.
Caminamos hasta una estación del metro. Con sus chispeantes ojos azules y saltónes, que seducían con cada uno de sus movimientos y su blanca y coqueta risa en sus labios dijo:
- ven, hazme el amor aquí.- y me tiró de una mano para apoyarme entre cajeros y barandas enredando sus labios con los míos , mientras su lengua atrapaba todos mis deseos. Mi mente no respondía en ese instante, y me deje llevar por el deseo y el morbo que atrapaba mis ideas volviéndolo todo extraño y confuso. Entonces, la tiré contra el muro, levante sus faldas y me enterré en ella salvajemente, poseído totalmente por mis demonios. Era de esperar, los gemidos y jadeos no demoraron, y rebotando contra los muros, no tardaron en atrapar la mirada de todos los que pasaban por ahí. A mis ojos ,eran como los rostros de Chagall. Todos los colores se disparaban en mi mente, y se diluían en espacios de tiempo, eternos, viscosos y extraños, hasta que las estrellas se agolparon en mi mente trasladándome a parajes tan locos, que no sabría como describirlos. Sólo eramos ella, yo, sus nalgas desnudas y nuestros jadeos escandalizando al mundo...
Hasta que unas manos sujetaron mis brazos tratando de atraparme. Al salir del éxtasis del momento, entre luces sólo pude distinguir los uniformes, y latigando mis brazos hacia ellos, les hice perder el equilibrio enlazándolos contra unas vidrieras. Me separé de sus carnes y saltando un bajo barandal, corrí por las escaleras entre la gente que gritaba  todos los improperios que existen en el mundo, hasta entrar en un carro, donde apretado entre la gente desaparecí... A través de la ventana, pude verla arreglando su falda, y con una gran risa, mientras sus ojos brillaban de alegría.
Al despertar, muchos rostros miraban a no se dónde, sin embargo, unos ojos asustados , sonreían entre las miradas.



Don Juan De Marco, al borde del abismo.

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